El GITA
UN TORRENTE DE SABIDURÍA
DIVINO DISCURSO
Bhagavan Sri Sathya Sai Baba
Prashanti Nilayam
CAPÍTULO XXV
¡Krishna! Tú dices que quienes reconocen al mundo como mero mundo no pueden decir que conocen los Vedas; tienen que reconocerlo como Dios, como el Alma Suprema (Paramatma). El mundo es un efecto; así que no puede ser diferente de la causa. ¿Cómo es esto posible? El mundo visto por nosotros está sujeto a crecimiento y declinación. Dios es, al contrario, eterno, verdadero, inafectado por el cambio. No puede haber afinidad entre el agua y el fuego, ¿no es así? ¿Cómo podrían estos dos elementos ser uno solo? Por favor, dime; me sentiré feliz con escucharte, dijo Arjuna.
¡Pues bien, Arjuna! En el mundo cognoscible, cada cosa individual exhibe su característica, su guna. La guna depende del dueño, del poseedor. Hay una base para las características poseídas por cada objeto y por cada ser en el mundo. Esta base es el Atma. Fija tu atención en la base inmutable, no en las fluctuantes manifestaciones; si no, estarás como empantanado. Lo mismo que la semilla es la base para el tronco, las ramas, las ramitas, los vástagos, las hojas y las flores de un árbol, la naturaleza o mundo (prakrithi o prapancha) es el árbol que surge de la semilla que es el Atma; el mundo es la permutación y combinación de los cinco elementos que están latentes en la base, el Atma. Considera al Atma, que es la base, como esencial; pues es con su manifestación que el mundo se expresa. Quien haya captado esta verdad mediante una disciplina constante, merecerá el nombre de aquel que domina los Vedas (vedavid).
Pero sin una indagación profunda, sin discriminar entre lo real y lo irreal, si uno erróneamente toma lo que ve como si fuera lo único duradero y así lo arguye, estará siguiendo un camino errado por completo. ¿Cómo puede alcanzar la meta? ¿Cómo puede lograr el conocimiento de la realidad? El anhelo por conocer esta realidad viene de los atributos dirigidos hacia Dios. Los que se inclinan hacia lo demoníaco conforman la tendencia opuesta, que mueve al hombre a suponer que ha obtenido el conocimiento cuando no es así, error que lo mantiene alejado de todo intento de saber y lo induce a establecer lo falso como verdadero.
En cuanto el Señor terminó de decir esto, Arjuna levantó la cabeza con asombro y dijo: ¡Gopala! Estuviste diciendo hasta ahora que el Atma es la base para todas las características y para todos los seres; es decir, estabas diciendo que Tú eras esa base. Mientras tanto, ¡empezaste a hablar de dos distintas naturalezas, la Divina y la demoníaca! Estoy confundido. Me siento indeciso para decidir cuál aceptar y cuál rechazar.
¡Arjuna! Tu pregunta es más extraña aún. Dices que Yo nunca digo una palabra que no tenga significado, ni hago obra alguna sin propósito; sin embargo, ¡te preocupas por el problema de saber cuál de Mis declaraciones has de aceptar y cuál rechazar! Esto demuestra insensata ansiedad y vacilación. Mi querido cuñado, los devas (dioses) y los asuras (demonios) no son dos grupos distintos y separados; se les divide así con base en la distinción de sus características. Pues bien, las características de las gunas son artificiales; no son dos grupos distintos y separados; se les divide así con base en la distinción de sus características.
Pues bien, las características de las gunas son artificiales; no son de la misma esencia de la conciencia de la cual ya te he hablado. El alfarero hace ollas, vasijas y platos. Estos no son esencialmente partes del barro con el cual se han modelado. La olla, la vasija y el plato son formas artificiales del barro. Los nombres también son artificiales; estos nombres y formas son las gunas o características. La sustancia o base es el barro; las figuras, nombres, formas, manifestaciones y expresiones son las ollas, vasijas y platos. El barro es natural; las ollas, vasijas y platos son artificiales. Considera que el barro, la base, es Mi propia Forma, la Realidad. Los nombres y formas, las expresiones, las ollas, etc. no están en Mí; pero Yo sí estoy en ellos. Yo no tengo gunas, pero sí estoy en las gunas, fíjate en esto. Por lo tanto, no trates de mantener separado el barro de las vasijas como dos entidades distintas. Eso no es correcto. Y tampoco es posible.
¡Krishna! ¿Cuál es la relación entre Tu Realidad, Tu Verdad (swabhava) y Tu propia Forma (svarupa), la Naturaleza (Prakrithi), ¿el mundo objetivo? Ya te he dicho que los cinco elementos: tierra, agua, fuego, aire y éter son Mis atributos (svabhara). ¿Qué otra cosa es este mundo objetivo si no la combinación de esos cinco elementos? ¿De qué otra manera puedes llamarlo?
¡Krishna! Sin los cinco elementos nada puede existir en este mundo, ¿no es así? Entonces, ¿cómo puedo negarlos? La existencia está ligada a ellos.
Puesto que aceptas los cinco elementos, tienes que aceptar también la quíntuple proliferación de cada elemento, que hace un total de veinticinco principios (tattvas). Solamente cuatro elementos, la tierra, el agua, el fuego y el aire son evidentes y perceptibles; pero el éter o cielo es la base para todos ellos. Así también, la mente (manas), el intelecto (buddhi), la conciencia (chittam) y el ego o yo (ahamkara), son conocidos por la experiencia; pero la conciencia interna (antahkarana) que es su base, sólo puede ser inferida. Todas las cosas de que somos conscientes no son sino manifestaciones de algo de lo cual no estamos conscientes. Derivan su fuerza y apoyo de lo invisible. Esta base no percibida y de la que tú no te das cuenta, soy Yo mismo, el Alma. Todo está basado en Mí.
Aquello que está sobre la base está sujeto a cambio: a crecimiento, deterioro y modificación. Pero la base, por el contrario, deberá considerarse inmutable. Por ejemplo, consideremos la Luna y su reflejo en el agua. La imagen de la Luna en el agua no es fija; se mueve y tiembla. Es el agua lo que se mueve y tiembla, no la Luna que está en lo alto. La gente ignorante, que es como los niños, infiere que la Luna misma se está moviendo. La transferencia de las características de lo efímero a lo permanente es la cualidad demoníaca fundamental. El reconocimiento de la Eternidad y de la Verdad es la base (adhara) aun en lo impermanente (adheya), es la verdadera cualidad Divina, la Naturaleza dirigida hacia Dios.
Arjuna escuchó todo esto atentamente y con fijeza. Luego inquirió: ¡Madhava! Tú dijiste que la cualidad inherente a la Naturaleza es lo que distingue a estos dos conceptos. ¿Cuáles son las cualidades que constituyen la naturaleza demoníaca y cuáles la Divina? Por favor, aclara esto.
Krishna replicó: ¡Arjuna! Siempre estoy presto a aclarar; sólo necesito oyentes que sean constantes y asiduos. Escucha esto con atención fija: 1) intrepidez, 2) pureza de las emociones, 3) conciencia de la unidad de toda la Creación, 4) caridad, 5) control de los sentidos, 6) sacrificio, 7) estudio, 8) ascetismo, 9) honradez, 10) no-violencia, 11) integridad, 12) ecuanimidad, ausencia de ira o resentimiento, 13) desapego, 14) paz interna, 15) abstención de murmurar y de expresarse mal de otros, 16) conmiseración, 17) ausencia de codicia, 18) dulzura y suavidad al hablar, 19) temor por los actos no correctos (no dhármicos), 20) ausencia de fluctuaciones de la mente, 21) valor en la adversidad con paciencia y fortaleza, 22) firmeza, 23) limpieza, 24) la inocuidad y 25) humildad; estas veinticinco santas cualidades son los rasgos de las prendas divinas (daivasampath).
El orgullo, la pompa, la vanidad, la ira, la brusquedad y la ausencia de discernimiento son los componentes de la dotación demoníaca del hombre. Las personas que tienen estas cualidades están imbuidas del carácter demoníaco. Aunque por su apariencia exterior son humanos, sin embargo, no merecen ese nombre. A los que poseen las cualidades mencionadas por Krishna se les conoce como hombres con cualidades divinas. Los que tienen los atributos demoníacos se conocen como humanos demoníacos.
Algunos hombres se consideran a sí mismos como en parte divinos, pero... ¿tienen todos los atributos que deberían caracterizarlos, o tienen por lo menos compasión, moralidad, disposición para servir a los demás, ecuanimidad? Si los tienen, por lo menos en pequeña medida, pueden considerarse como divinos. En cambio, si la serie completa de cualidades demoníacas es evidente en ellos, ¿cómo podría aceptarse literalmente su declaración? Es mera vanidad pretenderlo. La vanidad y la pompa jamás pueden clasificarse como divinas; son incuestionablemente demoníacas.
Cada uno puede fácilmente analizarse a sí mismo y decidir a qué clase pertenece. La clase no se determina por la apariencia física, las posesiones, la posición social o la autoridad. Por ejemplo, considera a Ravana. Tenía forma humana, era emperador, era más grande que Kubera, el Señor de la Riqueza; pero ¿puede considerársele siquiera como parcialmente divino por estas razones? No. Se le cataloga como un demonio, en base a las gunas que tenía.
Tres cualidades forman la base fundamental de todas las naturalezas demoníacas. Son la lujuria, la ira y la codicia. Ellas destruyen al ser y fomentan el demonio en el hombre. Tienen que ser dominadas y vencidas por las divinas cualidades del desapego, de la ecuanimidad y de la renunciación, que son los guerreros en quienes hemos de confiar en esta batalla. Aliéntese a estos guerreros y ellos en un instante acabarán con las fuerzas de influencia demoníaca. Cualquier vestigio de los tres enemigos, la lujuria, la ira y la codicia, que haya quedado en el lugar que sea sin haber sido eliminada, constituye un peligro en potencia; por eso hay que reducirlos a cenizas. Esto conducirá al éxito verdadero en la lucha por alcanzar la meta.
Los deseos y apegos son como las raíces del árbol de la vida. Cuando las raíces se cortan de cuajo, el árbol muere, y la rapidez de su deterioro depende de lo rápido y efectivo del corte. Seguirán brotando retoños si una sola raíz queda sana. No se secará ni morirá.
Quítese hasta la última raíz; entonces el árbol perecerá y se convertirá en leña seca. El alarde de los hombres que dicen que han destruido todas las raíces resulta vano... ¡si el árbol está verde y sigue creciendo! Así también, la ilusión que ha estado en posesión del individuo perecerá según la manera como desenraice el deseo que lo ata.
Algunos se dedican a la meditación después de reducir, sólo hasta cierto punto, unos cuantos impulsos y deseos. No logran una concentración completa tampoco, son zarandeados por agitaciones incontroladas. Quedan cautivos en el nivel intermedio. ¿Cuál es la razón de este estado de cosas? La concentración plena puede venir únicamente por el control completo del deseo. De ahí que se diga que el deseo, la ira y la codicia son demonios que hostigan al hombre, demonios que asumen formas temibles y repugnantes.
Pero no es una calamidad el tener caras repugnantes o formas que asustan. Cuando más, podrá llamársele repulsivo, eso es todo. Es el carácter repulsivo, la naturaleza repugnante, lo que marca la calamidad. Una persona podrá ser bella en apariencia y tener una conversación amena que resulte grata al oído; pero no puede considerársele tan sólo por estas razones como divinamente dotada o nacida con cualidades divinas. Si la naturaleza demoníaca bulle aun imperceptiblemente en ella, su belleza física y la dulzura de su voz no bastan para darle derecho a la Divinidad. Las palabras que dice se vulgarizan y se convierten... ¡en martillazos y puñaladas! Así, las cualidades demoníacas y las divinas se refieren a las cualidades que conforman la naturaleza y la conducta del individuo, y no a la forma física o a la apariencia.
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