Carta de Sai Baba a su hermano (y a todos nosotros)
Sai Baba tenía en ese entonces veinte años de edad. Su hermano mayor, Seshama Raju, el profesor de telugu, no podía comprender bien el misterio de ese fenómeno, y veía con creciente consternación y genuino amor fraternal la procesión de automóviles que llegaba a la orilla derecha del río para llevarse a su “sencillo y provinciano hermano” a las ciudades que brillaban más allá del horizonte, llenas de peligros y tentaciones.
Unos cuantos comentarios en los periódicos, originados por la ignorancia, lastimaron al hermano de Sathyanarayana (Sai Baba), por lo cual le envió una carta, advirtiéndole y transmitiéndole la lección que él había aprendido en la vida acerca de la sociedad y las debilidades humanas, así como de la fama y las cosas que con ella venían.
La respuesta que Baba le escribió a su hermano el 25 de mayo de 1947, es un documento que revela a Baba en términos inconfundibles.
(Aunque la carta fue escrita para su hermano, la respuesta iba dirigida a todos, incluyéndonos a ti y a mí, pues es esencial que tanto tú como yo conozcamos la verdadera naturaleza del portento que ha aparecido para nuestro bien.)
A todos los que son Mis devotos.
¡Querido mío!, recibí la carta que me escribiste. Siento en ella brotar el manantial de tu devoción y afecto, con las corrientes ocultas de la duda y la ansiedad. Permíteme decirte que es imposible sondear los corazones y descubrir la naturaleza de los jnanis, yoguis, ascetas y santos.
La gente posee gran diversidad de rasgos mentales y actitudes, por lo cual cada uno juzga desde su propio ángulo y argumenta a la luz de su propia naturaleza. Sin embargo, nosotros tenemos que apegarnos a nuestro propio camino recto, a nuestra sabiduría y a nuestras decisiones, sin que nos afecte la opinión de los demás. Como dice el proverbio: “Solamente el árbol pletórico de fruta recibe las pedradas de los transeúntes”. Los buenos siempre provocan las calumnias de los malos. Los malos siempre hacen escarnio de los buenos. Esta es la naturaleza del mundo; uno debe sorprenderse si no sucede así.
Debemos compadecer a esta gente en vez de condenarla; son inconscientes y juzgan de forma incorrecta a los demás. Están demasiado llenos de lujuria, ira y orgullo como para ver con claridad y saber con profundidad; por eso escriben toda esa clase de cosas. Si supieran, no escribirían esas falsedades. Nosotros tampoco debemos darles ningún valor a todos esos comentarios ni concederles importancia, como parece que tú lo haces. La verdad triunfará algún día, la falsedad nunca podrá vencer; la mentira parece imponerse a la verdad, pero sus victorias se desvanecerán y la verdad se establecerá por sí misma.
No es característica de los grandes hombres ufanarse cuando la gente los alaba, o desplomarse cuando la gente se burla de ellos. De hecho, ningún texto sagrado establece normas que regulen las vidas de los grandes hombres, rescribiendo los hábitos y actitudes que deben adoptar. Ellos conocen por sí mismos el camino a seguir; su sabiduría norma sus actos y los hace sagrados. Sus características propias son la confianza en sí mismos y sus actividades benéficas. También podrían dedicarse a promover el bienestar de sus devotos y otorgarles los frutos de sus acciones. ¿Por qué, entonces, te sientes afectado por las confusiones y preocupaciones, si yo estoy realizando esas dos tareas? Después de todo, las alabanzas y las críticas no pueden alcanzar al Atma, la realidad; ellas sólo pueden tocar el marco físico.
Tengo una “tarea”: elevar a toda la humanidad y asegurarles a todos una vida llena de bienaventuranza: tengo un “voto”: conducir de nuevo hacia el bien a todos los que se han desviado del camino recto y salvarlos. Estoy apegado a un “trabajo” que amo: eliminar el sufrimiento de los pobres y proveerlos de lo que carecen. Tengo un “motivo de orgullo”: rescatar a todos los que me adoran y me veneran. Tengo mi propia definición de la “devoción” que espero: aquellos que sean Mis devotos deben tratar a la alegría y al sufrimiento, a las ganancias y a las pérdidas, con igual fortaleza. Esto quiere decir que nunca abandonaré a quienes se apeguen a Mí.
¿De qué manera pueden manchar Mi nombre, como tú temes, si estoy dedicado a Mi benéfica tarea? Te aconsejo que ignores esos absurdos comentarios. Los mahatmas (Grandes Almas) no adquieren grandeza porque alguien los llame así, ni dejan de tenerla cuando los llaman pequeños. Sólo aquellos que se regodean en el opio y la marihuana y a la vez claman ser yoguis insuperables, sólo quienes citan textos espirituales para justificar su gula y su orgullo; aquellos que son eruditos tan estériles como el polvo y se vanaglorian de su habilidad verbal y dialéctica, son afectados por la alabanza o la crítica.
Seguramente habrás leído historias de las vidas de santos y personajes divinos; sabrás que se lanzaron contra ellos falsedades aún más terribles e imputaciones más ruines. Tal es la suerte de los grandes, en todo lugar y en todos los tiempos. ¿Por qué, entonces, concedes importancia a esas injurias? ¿No has oído de los perros que aúllan a la Luna? ¿Cuánto tiempo más pueden hacerlo? La verdad pronto vencerá.
No abandonaré Mi misión ni Mi determinación. Sé que puedo realizarla, pues trato al honor y a la deshonra, a la fama y a la calumnia, con la misma ecuanimidad. En Mi interior no me afectan; actúo sólo en el mundo externo; hablo y camino sólo por el bien del mundo externo y para anunciarle Mi llegada a la humanidad. De otro modo, ni aun eso me preocupa.
No pertenezco a lugar alguno y no estoy apegado a ningún nombre. No tengo “mío” o “tuyo” y respondo a cualquier nombre con el que me llamen. Voy a cualquier lugar al que me lleven. Ese es Mi primer voto; nunca se lo he revelado a alguien más. Para Mí el mundo es algo ajeno, distante; actúo y me muevo sólo por el bien de la humanidad. Nadie puede comprender Mi gloria, sin importar quién sea o qué método de indagación use o qué tan prolongado sea su intento.
Tú mismo podrás ver la plena gloria en los años venideros. Los devotos deben ser pacientes y tolerantes.
No estoy preocupado ni ansioso porque estos hechos sean conocidos. No tengo necesidad de escribir estas líneas, lo hago sólo porque sé que te sentirías herido si no te respondiera.
Tu Baba
Extraído del libro: La vida de Sathya Sai Baba - Vol. II
(Sathyam, Shivam, Sundaram)
Por N. Kasturi
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