“Con el corazón rebosante de amor por los hermanos y hermanas que dejaba en los Estados Unidos, retorné a Prasanthi Nilayam el 20 de noviembre, justo antes del Cumpleaños de Swami, el 23 de noviembre de 1993. Anticipaba la celestial experiencia de compartir las alegrías de mi mes en los Estados Unidos con mi muy amado Señor. Esta, pensé, era la experiencia suprema que me esperaba. Mas, para mi consternación, me encontré con que el siempre amoroso Señor no me dirigía la palabra. Ni siquiera me miraba. Sus ojos se paseaban por encima y por detrás de mí, mas ni siquiera me veían. ¿Qué más podía hacer, sino callar y preguntarme qué habría hecho? ¿De qué manera Le habría disgustado? De seguro que me hablaría pronto. Pasaron días, una semana, dos semanas, tres semanas. Seguía ignorando mi existencia. Lloraba en mi fuero interno, ‘Swami, Swami, mi Señor. No puedo vivir sin que reconozcas mi existencia. Sin Tu amor la vida ya no tiene encanto. Preferiría morir a estar así sin Ti.’ Esa era mi súplica y comencé a pensar realmente en que si Swami no me hablaba, le pondría fin a mi vida.
“Pasaron un mes y tres días de silencio después de mi regreso. El 23 de diciembre, justo antes de Navidad, Swami llevó a una familia a la salita de entrevistas, sólo una familia, una pareja de ancianos, su hijo, su hija y sus familias. Después de unos momentos Swami abrió la puerta, miró hacia las filas de hombres en la veranda y pronunció sólo una palabra, ‘Bhatia’. Sobresaltado, repliqué con voz entrecortada, ‘Swami’. ‘Bhatia, ven’. Me levanté y tambaleándome fui hacia la puerta. Adentro, Swami dijo, ‘Siéntate. Te lo voy a mostrar todo’.
“La pareja de ancianos celebraba sus bodas de oro, de modo que me senté y observé como Swami producía mangala sutras, anillos y otras cosas, bendiciendo a la familia de diversas maneras. Finalmente, Swami les condujo hacia la habitación privada. Esperé solo. Por último, salió la familia, tomó asiento y Swami me hizo entrar.
“Finalmente estaba con Swami en la sala de entrevistas personales. Se sentó en Su sillón y me senté en el suelo frente a Él. Me miró a los ojos y me hizo una pregunta, ‘¿Por qué sientes que no te amo?’ Me quedé quieto ahí, con las manos unidas. Repitió la pregunta, ‘¿Por qué sientes que no te amo? En tu mente esto y aquello. Swami no me habla; Swami no me ama. Tú eres mi hijo. Eres mi niño, Yo te amo.’ Tomó mi cabeza y la apoyó en Su falda y comenzó a darme palmaditas y a acariciarme, como lo hace una madre con su bebé. Mientras lo hacía, decía, ‘No, Bhatia. Nunca sientas que no te amo. Te amo, hijo mío. Recuerda, Yo soy Dios, Yo soy Amor. Vive en el amor. Vive en el Amor y vivirás en Dios.’ Mirándole, dije, ‘Sí, Swami, viviré sólo en Tu amor. No hay nada más en mi vida.’
“Entonces me dijo, ‘¿Qué es lo que quieres?’ Repliqué, ‘Swami, no quiero nada’. Pero repitió, ‘¿Qué es lo que quieres?’ ‘Swami, Te quiero sólo a Ti. Tú me lo has dado todo. No hay nada más que pudiera querer.’ Pero no quiso aceptar esta respuesta y siguió preguntando. Finalmente, dije, ‘Swami, ¿prometes darme cualquier cosa que desee?’ ‘Sí, ahora te daré cualquier cosa.’ Y dije, ‘Bueno. Deseo fundirme en Ti aquí y ahora. No quiero abandonar este cuarto, Swami. Por favor absórbeme en Ti.’ ‘¿Qué?’ dijo, “Tienes mujer, tienes hijas, tienes tu trabajo. ¿Quieres desertar de tus responsabilidades? En la plenitud de los tiempos te daré lo que quieres. Mas es egoísta el quererlo ahora eludiendo tus responsabilidades.’ Vi que lo que decía era cierto. Yo era un egoísta queriendo la liberación aquí y ahora. Retiré mi petición y dije, ‘Swami, dime ¿por qué me has traído a un mundo tan sucio, tan lleno de confusión y de caos? Dime eso, por favor.’ Mi maestro me dio otra bella lección cuando dijo, ‘Te he traído aquí para hacer Mi trabajo.’
“De modo que es esto lo que le digo a mis hermanos y hermanas que están trabajando para Sai. Él nos ha traído acá, a encarnar, para hacer Su trabajo. Cuán bendecidos somos. Cada uno tiene un trabajo especial que hacer para Su misión. Debemos encontrar nuestra labor Sai y llevarla a cabo de todo corazón y con todo el amor que podamos poner en ella. Y debemos seguir estricta y continuamente las enseñanzas de Swami.
“Ahí estaba, solo a los pies de Swami, empapando literalmente Su túnica y Sus pies con mis lágrimas. Él seguía dándome palmaditas con amor. Cuando pude hablar de nuevo, dije, ‘Te lo ruego, Swami, por favor dame la fuerza y la voluntad y el amor y el entendimiento para llevar a cabo mi trabajo como instrumento Tuyo.’ ‘Lo haré. Lo haré’, dijo. Luego puso su mano debajo del cuello de mi camisa y comenzó a masajear mi columna vertebral con Sus dedos. Sentí como si mi kundalini ascendiera y ascendiera. Pareció llegar justo hasta el Chakra Coronario y sentí que no existía ni el espacio ni el tiempo. Mientras me masajeaba la columna, repetía, ‘Bhatia, eres Mi hijo y te amo’. Entonces, cuando me tuvo en este estado de cuasi-Samadhi, se puso de pie y dijo, ‘Mira lo que te estoy mostrando’. Yo había soltado el borde de Su bata y estaba de rodillas, con la manos unidas y mirándole. Mientras Le miraba, desapareció de mi vista. Simplemente, ya no estaba allí. Yo no podía darle crédito a mis ojos. Swami había desaparecido de donde estaba parado; había desaparecido de la habitación. Me comenzó a invadir el pánico. ¿Qué podía hacer? ¿Qué sucedería si saliera de allí solo y les dijera que Swami había desaparecido? No me creerían. Me matarían. Me sentía muy confuso y temeroso. Entonces, créanlo o no, ví a la Madre Parvati parada frente a mí, justo ahí en donde había estado Swami. Ella estaba en una forma que no solamente podía ver, sino que también sentir y tocar con mis manos. Una bella mujer, con una tez blanca como la nieve y una expresión llena de amor, gracia y compasión. Vestía un sari verde amarillento con bordados de oro. Caí a Sus pies de loto y los besé. Cuando me volví a arrodillar, puso Su mano sobre mi cabeza y me habló de la manera en que lo había hecho Swami, ‘No te preocupes, eres mi hijo’, dijo, ‘Yo cuidaré de ti. Te amo. Hijo mío, siempre te amaré. Nunca te preocupes’.
“El Dr. Bhatia parecía casi arrobado con el recuerdo de la visión. Yo también me sentí transportado a los pies de la bella Parvati, una diosa por la que siento mucho amor. Me parecía casi escuchar el dulce tono de su divina voz. “¿De qué edad parecía?” le pregunté al Dr. Bhatia. Se quedó pensando unos instantes y respondió, “De unos treinta y dos años”. Y continuó:
“Pronto ella desapareció y ví al Señor Siva parado en su lugar. Su estatura era como de 1.93 metros, con una inmensa barba negra y pelo oscuro largo que le llegaba hasta los hombros. Su rostro era como el de un gran yogi. Mientras Parvati era muy blanca, Su tez era oscura. Sólo puedo decir que si ella fuera la ‘ella’ perfecta del universo, Siva era el perfecto ‘él’. Parecían hechos el uno para el otro. Él llevaba una vestidura como un ‘dhoti’ ajustado a la cintura, y llevaba el torso desnudo. Caí a Sus pies y besé Sus tobillos. Me quedé ahí unos dos o tres minutos. No dijo nada, pero mantuvo Su mano sobre mi cabeza, igual que lo había hecho la Madre Parvati. Sabía que me estaba impartiendo Sus divinas bendiciones. Podía sentir los latidos de la energía, la gracia y el amor que fluían de Él; podía escuchar el sonido creador del universo proviniendo desde Él… Aum…aum…aum…
“Justo cuando sentía que ya no podía resistir más de Su gloriosa abrumadora presencia, les vi a ambos parados frente a mí, Siva y Parvati, uno al lado del otro. Ella puso de nuevo Su mano sobre mi cabeza y dijo, ‘Hijo mío, ambos te amamos. No te preocupes, siempre cuidaremos de ti.’ Se acercaron el uno al otro y comenzaron a fundirse en una sola forma. Cuando se hicieron por completo uno, Siva-Shakti, Swami Mismo emergió de ellos.
“’Puedes ver, dijo, no soy sólo un hombre o una mujer.’ Entonces, golpeándose el pecho, dijo, ‘Yo soy Dios’. Entonces me tomó la cabeza y la acercó a Su pecho, pude escuchar el mismo sonido de la creación que escuchara en Siva. Era como si el Aum del Pranava sonara con cada respiración. Puso Su mano sobre mi cabeza y parecí ser transportado hacia un lugar que no conocía. No había lugar, ni tiempo, ni identidad, ni él, ni yo, tu ni nada, no había sino Dios, una luz fresca y bienaventuranza. Eso fue todo lo que me mostró ese día.
“Comencé a sollozar y a musitar, ‘Swami, por favor, no puedo resistir nada más.’ Me miró afectuosamente y dijo, ‘¡Ea, tranquilízate! ¿Qué va a pensar la gente en la otra habitación? Pensarán que Swami está reprendiendo de tal modo a Bhatia que le hace llorar.’ Estuvimos repentinamente de regreso en la tierra y me llevó fuera del cuarto, pasando por la cortina hacia la otra habitación. Quedándose allí parado junto a mí, le dijo a una de las personas que tenía una cámara, “Toma una foto de nosotros”. Más tarde me dio la fotografía. ¿Era un recuerdo o un recordatorio? Mas, cómo podría olvidar alguna vez la mayor y más reveladora experiencia de mi vida?”
Cuando el Dr. Naresh Bhatia terminó, reinó un completo silencio en la habitación. La historia, el vibrante tono de entusiasmo y de alegría en su voz, su genuina humildad y amor en el relato, nos habían transportado a la realidad trascendental del ser. Fue difícil volver al mundo terrenal.
Mis dos amigos australianos, Neville Fredericks y Sheba Walker, quienes estaban en la habitación y yo, no teníamos duda alguna respecto a la veracidad de la experiencia de Bhatia. Ni nadie que hubiera tenido el privilegio de escucharlo, podría dudar del genuino y joven discípulo del Señor Sai, el Dr. Naresh Bhatia.
Al ver de nuevo la dorada túnica
moverse por la línea del Darshan,
estamos volviendo a Ti, decimos,
mas en verdad ¿podemos volver
cuando nunca nos hemos ido?
Tu mansión es el universo,
Tu mansión es mi corazón,
Tu rebasas el objeto más grande,
Tu eres la partícula más pequeña.
En donde las huellas sobre las arenas sagradas
escriben alfabetos de amor,
volamos de vuelta a Ti, decimos,
mas ¿cómo, Señor, podemos volar de vuelta,
cuando nunca nos hemos ido?
Tu eres el pasajero extra en el bus, el coche o el tren,
Tu voz está en los vientos que pasan
y el ‘Sai Ram’ canta en la lluvia.
El ver una vez más el rostro de Dios
Le da sentido al día.
Volvemos a Ti, decimos,
mas ¿cómo podríamos regresar
cuando nunca nos hemos ido?
NUESTRA VIDA ES SU MENSAJE...
OMSAIRAMMM...