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jueves, 10 de octubre de 2024

El GITA UN TORRENTE DE SABIDURÍA - CAPÍTULO XIX

 

El GITA

UN TORRENTE DE SABIDURÍA

DIVINO DISCURSO

Bhagavan Sri Sathya Sai Baba

Prashanti Nilayam

CAPÍTULO XIX

Los conferencistas dedicados a divulgar el Gita se han multiplicado hoy día y, como consecuencia, ha surgido una variedad de interpretaciones, la mayoría muy alejadas de la auténtica, nublando así su verdadero significado. Las interpretaciones tienen la naturaleza y el carácter del exponente. Una vez que se ha formado una opinión, él trata de apuntalarla con argumentos que cree apropiados y probar que todos los demás están equivocados. Luego, repite esa opinión como un loro, en cualquier ocasión; pero el exponente no hace ningún intento para practicar el Gita y hacerlo parte de su vida real. Tales personas pretenden ser grandes intérpretes del Gita y se mueven por doquier, abrumados por el peso de sus credenciales y títulos. De esta manera sólo se arruinan a sí mismos con este engaño y minan la fe que los demás puedan tener en el Gita.

Las palabras de Dios deben ser llevadas a la práctica en la vida real y no ser propagadas sólo con objeto de obtener fama. Pero los tiempos se han vuelto tan intrincados que hoy día aquéllas se utilizan ¡para adquirir publicidad y alabanza! Y los que las escuchan no tienen el cuidado de investigar la moralidad de esos predicadores, ni les interesa comprobar si todos aquellos que elevan al Gita hasta las nubes han saboreado la dulzura de sus enseñanzas. Sus palabras y sus actos están muy alejados entre sí; ellos exhortan a los demás, pero los que son exhortados descubren que ¡ni los mismos maestros siguen la lección! No, ni siquiera uno en un millón.

Hay algunos que alardean de que tienen el Gita entero en la punta de la lengua; que al momento pueden recitar cualquier verso (sloka) del Gita que se quiera escuchar, con sólo señalárseles el capítulo y el número correspondientes; o bien, pueden citar el capítulo y número donde se encuentra cualquier frase o palabra que se les dé.

Me mueven a risa los que hacen alarde de esa clase de erudición. ¡Pobre lengua la que tiene que llevar tanta palabra sobre su punta sin que nada pueda absorber! Un disco de fonógrafo puede repetirlas igual que ellos, y con el mismo beneficio. El llevar a la práctica un verso, seguro que produce mayor beneficio que el aprenderse todos los versos de memoria. Arjuna comprobó la verdad de cada palabra de Krishna, practicándola. Su sinceridad le ayudó a ganar la Gracia de Krishna.

Es una lástima que aún hoy los pandits más eruditos no se den cuenta de la exaltación que produce el poner en práctica una sola palabra del Gita. ¿Qué podemos decir entonces de los incultos, de los ignorantes? Hasta algunos exponentes del Gita muy prestigiosos, pronto traicionan su enseñanza, actuando en forma contraria a su mensaje. Al canto del Señor, cada uno añade una nota a su capricho, tratando de demostrar así el especial giro de su erudición, su predilección. Consideremos este ejemplo: el verso 10 del capítulo sexto del Gita declara que la codicia, la adquisición, es gran pecado.

Ahora bien, quienes aceptan el Gita como autoridad deberían actuar acordemente, evitando la codicia (parigraha) ¿no es así? No codiciar significa también 'aceptar' hasta cierto límite, ¡aun lo que sirva para el sostén del cuerpo y el mantenimiento del Dharma! Sin embargo, el noventa y nueve por ciento de los exponentes del Gita rebasan este límite. La condenación de la codicia se aplica en todas sus formas; no hay circunstancias modificantes ni excepciones.

No obstante, hacen colectas y piden contribuciones para sacrificios (gitayajnas), como ofrendas durante el Arathi (la adoración de Dios con la llama del alcanfor), como gastos para conferencias sobre el Gita, como donativo u ofrenda para el gurú. Se venden boletos para las conferencias, como en los espectáculos, como en el teatro y el cine. Las personas que hacen esto no tienen fe en las palabras de Krishna, pues si la tuvieran, no actuarían en forma tan contraria. Si estuvieran convencidas de que aquello es erróneo, no se verían tentados a actuar así.

Explican el sloka y piensan que su deber está cumplido; no sienten la necesidad de seguir el consejo. Este es el espíritu de los tiempos, pues ésta es la edad de la hipocresía. La gente que escucha y observa a esta clase de exponentes del Gita pierde la fe, primero en el exponente y luego en el Gita mismo. La publicidad que le hacen se disuelve en mera pompa y vanidad.

Las enseñanzas del Gita no reciben el respeto que el libro exige. Millares de personas, cuando ven los libros sagrados como el Gita, el Ramayana, el Bhagavatha, el Bharatha, etc., inclinan sus cabezas ante ellos, los presionan contra sus ojos, los colocan sobre sus cabezas, los mantienen en un lugar especial en el altar y colocando reverentemente algunas flores encima de ellos, se sientan con los ojos cerrados y, con lágrimas deslizándose por sus mejillas, caen postrados ante los libros, y luego se levantan... ¡muy satisfechos de sí mismos! Toda esa reverencia es para el montón de papel, no para el contenido de los libros, ni para los temas que tratan.

Lo que la cabeza debe cargar no es el peso del papel sino el mensaje explicado en él. Désele valor no al libro sino al tema; reverénciese, no el volumen sino el asunto tratado en él. Instálese, no en el altar sino en el corazón. Será solamente entonces cuando la autoridad del Gita será honrada permanentemente, en todo tiempo. La mente no quedará libre de egoísmo

o  de otros males similares sólo con la observancia de esta reverencia externa, como aprenderlos de memoria, ofrecerles adoración en el altar, sostenerlos sobre la cabeza, presionarlos contra los ojos, etc.

Que el mensaje penetre en el corazón, que se ponga en práctica y se saboreará el gozo que produce. Esta es la forma de honrar al Gita. El más sabroso platillo nunca podrá satisfacer el hambre con sólo colocarlo en la cabeza o presionarlo contra los ojos, o por postrarse ante él. El Gita está en el mismo caso. Es un platillo muy sabroso, lleno de los ricos ingredientes de la devoción, la sabiduría, el karma y el desapego. Cómanlo; bébanlo. Un bocado es suficiente.

El hambriento no necesita comer todo el grano que se ha cosechado; basta un puñado de arroz. El sediento no necesita beber hasta dejar seco el río Godavari; un vaso de agua es suficiente. Quien tiene hambre de Dios no necesita consumir el Gita en su totalidad; puede satisfacerla con practicar un solo sloka.

Una caja de cerillas contiene muchas de ellas. Si se quiere encender una fogata, sólo se necesita una cerilla; puede alimentarse la pequeña llama con cuidado y diligencia, hasta convertirla en una hoguera; no es necesario encender todas las cerillas. Hay setecientas cerillas en el Gita; cada una de ellas puede encender la llama del Conocimiento. Enciendan una sola frotándola sobre la piedra de la experiencia; eso será suficiente.

El Gita tiene que entenderse así para la realización del Ser; ésa es la santa tarea para la cual fue concebido. Es un gran error aplicarlo mal; todos los intentos que se hagan de utilizarlo para adquirir fama y fortuna o títulos y reconocimiento son sólo síntomas de egoísmo, actos sacrílegos. Hay que extraer la fragancia de este libro; ésa es la prueba de la sabiduría; la fragancia es la esencia del libro. Por otra parte, tampoco transformen su cerebro en un libro.

Vean a Dios en la piedra; no cambien a Dios por la piedra. Esa es la visión altamente deseable. La piedra tiene que ser visualizada como divina, llena de Dios; lo que en realidad es. Esta visión es el precioso regalo que Dios ha dado a la gente de este país. Las perlas no flotan sobre las olas del océano; zambúllete profundamente hasta las silentes cuevas del fondo, si es que las deseas. La gente de este país ha buscado a Dios de esta manera durante varias edades.

La práctica de la Acción Correcta (Dharma) es el cuerpo; la realización de Dios es su corazón; ésta es la verdad que ha impulsado a la gente de aquí a seguir adelante y a salvarse. No son esclavos del brillo exterior, del bordado externo, del confort material. Buscan al Atma fundamental con su ojo interno y cultivan el desapego. La gente de la India, que posee este carácter, es sin embargo atraída hoy por el progreso material y la pompa exterior. Esta es una tragedia muy lamentable.

Aquellos que andan por ahí exponiendo el Gita con objeto de ganar dinero se mantienen así alejados de Dios. Podrán ofrecer diversas justificaciones de su conducta, sin duda alguna; pero nadie que tenga verdadera fe en el Gita o que sea un verdadero partidario de su enseñanza podrá aceptar sus explicaciones.

El Gita es recitado para promover la Rectitud (Dharma), no la riqueza; sirve para promover la bondad, no la acumulación de bienes. El hacer una colecta de dinero a favor de un templo para Krishna o para Rama, o para edificar un templo (mandir) o santuario para el Gita, es otra manera de reducir la fe en Dios; construir una casa para el Señor, que es Inmanente y todo lo penetra, resulta absurdo. El corazón es el templo apropiado donde Krishna o el Gita deben quedar instalados.

Elevar una estructura artificial, que seguramente será destruida por el tiempo, dedicada al Absoluto, al Eterno, a la Divinidad Indestructible, resultaría, en cambio, muy impropio. Por supuesto, en tanto se alcanza cierto nivel, los templos podrán ser necesarios; pero en ese caso resulta más prudente utilizar, lo mejor que se pueda, los templos antiguos ya existentes. ¡El construir nuevos y arruinar los antiguos es tan necio como matar a la vaca y regalar los zapatos que se hagan con el cuero!

El bienestar del mundo puede ser impulsado mediante la renovación de los templos antiguos y no por la construcción de los templos nuevos. Antiguamente, la consagración de un templo a Dios solía hacerse de acuerdo con el estricto ritual sástrico; de ahí que los viejos templos sean más santos. El poder irradiado por ellos confiere a este país la pequeña porción de bienestar del que ahora disfruta.

Los sabios (rishis) del pasado sufrieron penalidades, se desapegaron del mundo y hasta desintegraron su físico en la búsqueda de los secretos de la salvación individual y el mejoramiento social. Ellos nos han legado ciertos códigos de conducta y reglas de vida que son practicables y sencillos. Pero aun éstos son ahora descuidados o incomprendidos y nuevos códigos y nuevas reglas se han impuesto de tal manera que aquéllos, tan preciosos, han quedado relegados al olvido.

Cuando los mayores, los maestros (gurús), los filósofos (pandits) y los eruditos aceptan y hacen honor a estas formas de conducta de reciente creación, ¿cómo puede la India continuar siendo el campo de la Rectitud, el campo del Yoga y el de la renuncia? Esta declinación de los ideales explica por qué esta tierra, que en verdad fue un país lleno de alimentos, que podía nutrir a todos sus hijos, tenga ahora que implorar por alimentos. La sagrada exclamación: Yo soy Shiva (Sivoham), resonaba en cada valle, en cada cueva, en cada templo y en la orilla de cada río sagrado; pero ahora el grito es: ¡Estoy muerto! (¡savoham, savoham!)

El país ha perdido su antigua felicidad y está ahora infectado de ansiedad; es el hogar del autoengrandecimiento y sólo persigue la pompa vana. Para contrarrestar estas tendencias, se ha vuelto muy necesaria la divulgación del conocimiento espiritual por personas que efectivamente hayan experimentado la felicidad de las prácticas espirituales, el éxito en y a través de estas. Todos y cada uno, desde el sencillo analfabeto hasta el sabio realizado (Paramahamsa), el hombre que ha logrado el dominio de todos sus sentidos debe reconocer esta necesidad. Todos deben cultivar la fe en el Gita y tomarlo como la auténtica palabra del Señor.

El Señor ha asegurado: Asumiré la carga de tu bienestar, aquí y en el más allá. Él ha asumido esta tarea voluntariamente. Pero para que los mortales y los aspirantes se beneficien con esto, tienen que vivir como se ordena; tienen que adherirse a las líneas de conducta que han sido fijadas. Si no creen haber sido ayudados así, sólo tienen que examinar sus propias vidas y descubrir hasta qué punto han observado los mandamientos de Dios respecto a la reglamentación de la vida. Les falta examinar esto. No consideran el pasado y el futuro; se quejan únicamente del sufrimiento del momento, sin saber que éste es el resultado del descuido en el pasado y la ignorancia del futuro. Esa es la raíz del sufrimiento.

Hay que acordarse de la condición previa contenida en el sloka que dice: A aquellos que sólo me adoran a Mí, sin pensar en nadie más, doy abundancia y seguridad. La última frase es la corona, el fruto final. Esa afirmación es la cabeza; pero ninguna cabeza puede funcionar independientemente de los miembros. El aferrarse a la cabeza solamente, separada del cuello, de los hombros y del resto del cuerpo es como poner nuestra fe en la llave que tenemos en la mano... ¡después que la caja de caudales ha sido robada! ¿De qué sirve la llave después que el tesoro ha desaparecido?

Las condiciones para el cumplimiento de esa afirmación son: meditación en el Señor no perturbada por ningún otro pensamiento, y adoración constante (ananyachinta y upasana). Si la meditación no es ininterrumpida o la adoración no se ofrece con entrega incondicional, ¿qué justificación hay para quejarse de que Él no haya asumido la carga? Uno se entrega a otros; alaba y ensalza a otros; se sumerge en otros pensamientos. ¿Cómo, pues, puede Él asumir la carga?

Sirven a otros... ¡y apremian al Señor por la recompensa! ¿Cómo puede ser esto lealtad cabal? Si un hombre es el sirviente del rey, tiene que servirle de todo corazón; si sirve al rey, pero ama a su familia, eso no puede considerarse lealtad inmutable. Servir a quien se ama, amar a quien se sirve. Ese es el secreto de la rendición (saranagati). Vyasa hizo una primorosa guirnalda; este sloka es la cresta. Es la joya cimera de aquella guirnalda de gemas.

Las palabras abundancia (yoga) y seguridad (ksema) usadas por el Señor aquí, significan: abundancia, adquisición de algo deseable; y seguridad, la preservación de lo que fue adquirido. La disciplina por la cual pueden preservarlo es la meditación exclusiva en el Señor. Esto limpia a la mente y convierte en devoto a quien la práctica. El devoto es reconocido por estas cosas: habla del Señor, canta al Señor, ve solamente al Señor, trabaja y dedica su ocio al Señor.

Tales personas no tienen necesidad de efectuar ningún sacrificio u ofrenda; no necesitan ocuparse en meritorios actos de caridad; no necesitan ir de un lugar santo a otro. ¿Por qué habrían de entristecerse por carecer de estas cosas, o quejarse de que el Señor no les dio la oportunidad o los medios de tenerlas? El no insiste en ellas ni lo desea. Ofréndenle lo que surja en sus mentes, purificadas por la práctica espiritual; Él gustoso lo acepta todo. Pueden dedicarse a lo que se llama 'buenas acciones', pero si la mente no está limpia, si la vasija no es revestida de estaño con el pensamiento de Dios, todas esas acciones se contaminarán y se convertirán en veneno. El exige que el envase esté limpio.

Fíjense ustedes cómo el puñado de arroz quemado que Kuchela le ofreció con una mente pura agradó al Señor. Lean las experiencias de Vidura y Droupadi en las epopeyas y en los Puranas. ¿Qué es lo que ofrecieron al Señor? Vidura le dio una taza de atole (bebida hecha con harina de maíz); Droupadi sólo tuvo un pedacito de hoja que ofrecerle. A la vista son cosas sin valor que no valdrían ni siquiera medio céntimo como precio. Pero ¡consideren cuánto le dio el Señor a cambio! El no calcula el valor de las cosas. El calcula el sentimiento que movió el acto. Por esto, se les aconseja que purifiquen su sentimiento a fin de ganarse Su Gracia.