Sai Ram -"Ishvaramma - La Madre Elegida".
No es fácil para un ama de casa con temor a Dios, en un sencillo pueblo asumir el papel de "madre" del Avatar, y reconocer en su "hijo" a la encarnación de la Divinidad.
¿Cómo Ishvaramma, ante esta difícil situación y poco a poco, se dio cuenta del extraordinario papel de Bhagavan, que es descrito por el Prof. Kasturi en su libro, "Ishvaramma - La Madre Elegida".
Cuando devotos de todas partes vinieron a Puttaparthi para adorar a Baba, Ishvaramma tuvo nuevos conocimientos sobre los atributos divinos de Baba.
Al describir esta etapa en la vida de Ishvaramma:
Prof. Kasturi escribe:
Los pioneros de la independencia echaban mano a todos sus recursos para romper con los fanáticos tabúes de la sociedad, pero esta simple aldeana que casi no había oído decir nada acerca de la cruzada en contra de la ortodoxia, se encontró, sin querer, con que era lanzada en contra de las barricadas de la tradición. Se vio sentada, no sólo al lado de princesas, sino también junto a mujeres de la comunidad anglo india y de aquellas castas consideradas como "intocables". ¡Quién se atrevería a elegir y a seleccionar entre los devotos, cuando el derecho inalienable de todo el género humano es tender hacia lo Divino! Eswarama era la "Madre" para barrios enteros de las ciudades. Sus "hijas" se agolpaban en torno de ella hablando una gran mezcla de lenguas: hindi, marathi, tamil, telugu. Para todas ellas, su respuesta la constituía una simple frase en telugu, el único idioma que hablaba: "Todo es la Gracia de Swami, hija mía". Pero la pronunciaba con tanta bendición y seguridad que nadie deseaba perderse la dulzura de poder oírla de sus labios.
Entre los devotos se encontraba Hanumanta Rao, inspector general de prisiones de la presidencia de Madrás, Navanitam Naidu, comisionado de impuestos de Mysore, Ranajod Singh, el inspector general de policía de Mysore, el rajá de Sandur y otros que buscaban el consejo de Swami tanto en asuntos oficiales como personales. Eswarama miraba confundida, desde el sitio en que se sentaba, este desfile de los poderosos y los renombrados.
¿Cómo podrá El solucionar asuntos de palacio?, se preguntaba cuando los aristócratas de Mysore se encontraban sentados a sus pies. ¿Qué es lo que podría saber sobre el Patel de Nueva Delhi? Se hacía ésta y muchas otras preguntas inquietantes cada vez que alcanzaba a oír las palabras que Swami dirigía al rajá. Pero no necesitaba inquietarse respecto de que Swami estuviese tendiendo hacia alturas superiores a la suya. Al poco tiempo, todas estas personas estaban de regreso, con los rostros llenos de sonrisas y de felicidad.
Sathya se ausentaba de Puttaparti con mayor frecuencia cada vez. ¿Quién prestaba atención a la "gracia" que había obtenido de su hijo de que se quedaría en Puttaparti? Ciertamente no eran devotas como Sakama de Bangalore, las princesas de Mysore, la familia Chincholi de Hyderabad, los Mudaliars de Madrás y los Chettiars de Kuppam, Karur, Udumalpet y Trichinopoli. Ellos estaban convencidos de que Swarni les pertenecía, porque, ¿no era cierto que había venido para Sus devotos? Sathya, al igual que Krishna, deseaba bendecir a los pobres, a los enfermos y a los ancianos que no podían financiar el viaje hasta Puttaparti ni sobrevivirlo. Todos aquellos que disfrutaban tanto con la compañía de Swami, con sus bromas, su canto y su conversación, deseaban compartir este incomparable descubrimiento que habían hecho, esta inefable fuente de alegría, con cada conocido, con sus parientes y sus rivales, can sus amigos y sus enemigos, sus vecinos y también con los incrédulos. Suplicaban a Swami que se fuera a quedar unos "pocos" días con ellos, pero, según se cuenta, ni siquiera un mes completo satisfacía esos "pocos días" estimados.
Eswarama ansiaba acompañarle cada vez que dejaba su lugar de residencia permanente, como prefería referirse a Puttaparti, ya que este término posesivo le producía una sensación de seguridad y comodidad. Pero, ¿cómo podía hacerlo, cuando había tantos problemas familiares que pesaban sobre ella? Su hija menor, Sarvatama, había enviudado recientemente y tenía dos hijos a quienes cuidar, una niña y un niño sordomudo; además estaba )anakiram, el menor de sus hijos, cuya enfermedad pulmonar crónica lo tenía entonces hospitalizado. Cuando Sathya partió de viaje, Eswarama no pudo hacer otra cosa que rogarle a los dioses y diosas guardianes para que cuidaran de El y le protegieran de los diferentes tipos de comidas extrañas y, tal vez, del tipo de aire y de agua extraños que encontraría.
Swami recién había cumplido veinte años y, cuando cayó enfermo en Bangalore, tal como lo temía Eswarama, sus anfitriones, Raja Redy y Sakama, llamaron a varios médicos, pero ninguno pudo dar un diagnóstico del mal. ¡Y cómo podrían haberlo hecho, puesto que Swami anunció que "la enfermedad respondió a Mi Voluntad"! Citó luego precedentes de las vidas de Rama y de Shirdi Baba, para mostrar que también ellos habían manifestado apatía frente a los alimentos y una indiferencia ante todo por algunos días, durante su juventud. Por lo tanto, esta "enfermedad" era para El algo indispensable, señaló Swami. Pero hubo de pasar horas tranquilizando a Sus devotos.
Por último, acosado por las preguntas insistentes, Swami confesó que se encontraba en un proceso de remodelar Su estructura física, para que ésta pudiera resistir la Divina Energía que se agitaba dentro de El, puesto que había de iniciar sus tareas de Avatar. ¡Palabras tan incomprensibles... sucesos tan tremendamente misteriosos!... ¿Quién había vivido la experiencia de algo semejante? Hombres y mujeres le rodeaban como aturdidos y desconcertados.
Cuando vi a Swami por primera vez, se me dijo que Su cuerpo recién había vuelto a la normalidad. Su voz era aún débil e insegura, Su caminar lento y vacilante y Su abundante cabellera parecía demasiado pesada para Su cuello. Podía imaginarme la angustia de la madre al observar impotente que el tierno cuerpo de su hijo era "reacondicionado" por la Fuente misma de su sustento. Y esto no era todo. Le esperaban muchos momentos de tensión como éste. Ellos constituían, obviamente, lecciones diseñadas para hacerla avanzar desde la conciencia de ser "mamita" (ama) a la conciencia de ser "Eswarama"; de la engañosa ilusión de ser "la madre de Sathya" a la verdad de ser "la mujer bendecida para ser la madre de Easwara", el Absoluto que toma nombre y forma humana. Por lo tanto, muy pronto habría de convertirse en una madre que derramaba afecto sobre todos los seres vivientes. "Yo no te pertenezco", le había dicho Sathya. "¿Y a quién pertenezco yo, entonces?", había preguntado ella. "Tú perteneces al mundo y a su gente", había sido la respuesta, la lección que le estaba dando.
Eswarama habría de presenciar aún muchas repeticiones de aquella primera "caída" de Uravakonda que habían tomado por una picadura de escorpión. Había sucedido durante el primer día de Dassara, cuando Shirdi Baba se despojara de Su vestidura mortal. Entonces, en Puttaparti, mientras los devotos estaban organizando las pujas, los bhajans, las procesiones y la comida para los menesterosos, Swami que había anunciado que era el espíritu de Shirdi que había regresado para expandir y continuar la misma misión, "caería" en Puttaparti para "surgir" en Shirdi y bendecir allá a los devotos durante las festividades. Cuando Swami volvió en sí, les confió a los reunidos en el Mandir que había estado en Shirdi y que había decidido otorgar allá Su Darshan, cada primer día del festival. Año tras año, Eswarama fue testigo de esta escena que fue fortaleciendo su fe en el origen Divino de su hijo.
Sin embargo, estos incidentes no se limitaban al día de Vijayadashami. Eswarama descubriría muy pronto que Swami le pertenecía al mundo; que, incluso mientras Su cuerpo estaba allí, ante sus ojos; El mismo volaba a responderle a alguien que clamaba a Dios. A todas horas del día y de la noche salía de Su cuerpo. A menudo les relataba los detalles de sus diligencias de misericordia una vez que retornaba de sus lejanas visitas: bandidaje en un valle de Telangana, inundaciones en Rajahmundry, un accidente de automóvil en la carretera de Karnataka, un incendio en Madrás. Aquí, allá, en todas partes, en hogares, hospitales o junglas, había llegado con Su milagrosa ayuda.
Eswarama le escuchaba con arrobamiento, embelesada. Era natural que su mente volara hacia las historias de la épica que inundan las aldeas. ¿No había corrido Krishna hasta la ciudad de Hastinapur para salvar el honor de la reina de los Pandavas*, cuando los Kauravas** habían tratado de desnudarla ante la corte? ¿No había también estado con ellos mientras vivían en el exilio y los Kauravas habían urdido un conflicto que los expondría a las mortales iras y maldiciones del sabio Durvasa? Tan pronto Swami recobraba la conciencia, Eswarama lo acosaba con preguntas ansiosas: "¿Te llamó Draupadi a Hastinapur o ala jungla? ¿Oíste al elefante berrear desesperado cuando el cocodrilo le mordió una pata?", refiriéndose aquí a una historia de los Puranas, en que el Señor Narayana corre a salvar al rey de los elefantes. Swami le contestaba: "Sí. También hay ahora malvados dispuestos a insultarlos. Todavía existen sabios de iracundos temperamentos, siempre dispuestos a atropellar a los indefensos y a lucir sus poderes para maldecir. Hay cocodrilos humanos, ocultos bajo aguas tranquilas, esperando hacer presa de sus víctimas. He venido a mostrarles a todos ellos que estoy aquí para proteger a cualquiera que clame a Dios".
Las palabras que Swami dirigía a Eswarama vienen a ser las mismas que el Señor le dijera una vez a Josué: "¿No te lo he ordenado? Sé fuerte y valeroso, no temas ni te desanimes, porque el Señor tu Dios está contigo adondequiera que vayas".
"¡No te desanimes!" Pero, ¿quién no se alarmaría ante el creciente despliegue de Sus poderes que Swami demostraba? ¡Ahora había comenzado con operaciones quirúrgicas! Realizó una operación de amígdalas en un niño que era nada menos que sobrino del Inspector General de Prisiones de la Presidencia de Madrás. Serenamente, había invitado al Dr. Padmanabhan de Bangalore a enviarle a su hermano de diecisiete años a Puttaparti, diciéndole: "¿Para qué tomarse la molestia de internarlo en el Victoria Hospital? Yo le operaré la hernia y estará en pie, perfectamente bien, diez minutos después". Otra intervención fue la realizada a Tirumata Rao, otro personaje importante de Bangalore. La operación se llevó a cabo con bisturíes, tijeras, agujas y gasas, todo creado en segundos con meros giros de sus manos derecha o izquierda. El vibhuti que produjo era anestésico, antiséptico y tónico, todo a la vez. Todos sus pacientes se recobraban en un tiempo récord. El asombro iba en aumento en los ojos y la voz de Eswarama. Había cada vez mayor fervor cuando pronunciaba la palabra "Swami".
No era sólo asombro lo que crecía en ella, sino también una mayor medida de resignación. El temor y la confusión anteriores desaparecían rápidamente. Había llegado a aceptar el hecho de que las circunstancias de su vida, los quién y los qué, los dónde y los cómo, eran Actos de Dios inalterables y, a menudo, incomprensibles. Las historias de la épica, la gran "cultura oral" de la India que llena el subconsciente de su gente, le habían enseñado desde hacía mucho que las verdades de la vida representan misterios situados más allá del mero entendimiento de la mente. Sin embargo, aún quedaba una leve niebla que ocultaba a su vista al Swami total. No podía librarse por completo de la creencia de que el "mal de ojo" podía afectar a este maravilloso hijo suyo. El protestaba, pero ella continuaba insistiendo en llevar a cabo el ritual para alejarlo: el coco agitado en torno de su cuerpo para atraer hacia él las ondas o partículas sutiles de maldad, y luego quebrarlo en un simbólico acto de destrucción.
II Samasta Lokah Sukhino Bhavantu II
Fuente: http://theprasanthireporter.org/2012/04/anthaa-swami-daya/
NUESTRA VIDA ES SU MENSAJE
OMSAIRAMMM
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Sai Ram_“Easwaramma — The Chosen Mother”.
How Easwaramma faced this difficult situation and gradually came to realise the extraordinary role of Bhagawan is described by Prof. Kasturi in his book, “Easwaramma — The Chosen Mother”. As devotees from far and wide came to Puttaparthi to adore Baba, Easwaramma got new insights into the Divine attributes of Baba. Describing this phase in the life of Easwaramma :
Prof. Kasturi writes:
The pioneers of independence were straining their every nerve to break down the hide bound taboos of society, but this simple woman of the village who had hardly heard of the crusade against orthodoxy, found that she too was hustled willy nilly against the barricades of tradition. She sat beside not only princesses but women of the Anglo Indian community and those of castes considered ‘un touchable’. Who dares pick and choose among devotes? It is the inalienable right of all mankind to reach towards the Divine! And Easwaramma was ‘Mother’ to whole neighbourhoods in the cities. Her ‘daughters’ gathered around, speaking a medley of tongues, Hindi, Marathi, Tamil and Telugu. To them all, her answer was one simple sentence in Telugu. The only language she knew. “Anthaa Swami daya, Amma.” “It is all Swami’s Grace, my child.” But it was uttered with so much benediction and assurance, that no one wished to miss the sweetness of hearing them spoken.
Among the devotees were Hanumantha Rao, the Inspector General of Prisons of the Madras Presidency, Navaneetam Naidu, the Commissioner of Excise, Mysore, Ranajodh Singh, Mysore’s Inspector General of Police, the Raja of Sandur and others, seeking Swami’s advice on matters both official and personal. Easwaramma sat confounded as she watched this line up of the powerful and the prestigious. “How is he going to set right the affairs of palaces?” she wondered when the aristocrats of Mysore sat at his feet. “What does he know of Patel (Vallabh bhai Patel) at Delhi?” She questioned herself anxiously as she overheard Swami’s words to the Raja, but she did not have to worry that Swami was over reaching himself. Soon enough these people were back with beaming smiles on happy faces.
Sathya’s absence from Puttaparthi became more frequent. Who heeded the ‘boon’ she had extracted from her son that he would remain at Puttaparthi? Certainly not the devotees like Sakamma from Bangalore, the Princesses from Mysore, the Chincholi family from Hyderabad, the Mudaliars of Madras and the Chettiars from Kuppam, Karur, Udumalpet and Trichinopoly. They were convinced that Swami belonged to them, for had He not indeed come for his devotees? And not Sathya either. He, like Krishna, wished to bless the poor, the sick and the old who could not afford or survive the journey to Puttaparthi. And all those who delighted so greatly in Swami’s company, in His pranks, songs and conversation, wished to share this incomparable discovery of theirs, this unfailing source of joy, with every one they knew, their relatives and their rivals, their friends and their foes, their neighbours and non believers too. They begged Swami to stay a ‘few’ days with them but not even a whole month ever amounted to a ‘few’ days as they counted!
Easwaramma longed to accompany Him whenever He left his ‘Sthan’ (that is, His permanent place of residence as she loved to refer to Puttaparthi, feeling the comfort and reassurance of this possessive phrase). But how could she do so every time when so many family problems pressed upon her? When Sathya went off on His journey Easwaramma could only pray to the guardian gods and goddesses to protect im from the many strange types of food and perhaps the unfamiliar varieties of air and water too that he would have to imbibe!
Swami was just out of His teens and at Bangalore when He did fall ill just as Easwaramma had feared. His hosts, Raja Setty and Sakamma, called in the doctors. But no one could diagnose the trouble. How could they, for Swami announced, “I have willed the illness!” He quoted precedents, from the lives of Rama and Shirdi Baba to show that they too had had an apathetic distaste for food and fun for some years during their teenage. This ‘illness’ was therefore indispensable for Him, Swami said, spending hours trying to reassure His devotees.
At last, besieged by insistent questioning, Swami confessed that He was in the process of remoulding His physical frame so that it might withstand the Divine Energy stirring within, for He had to embark on His Avataric Tasks. Such incomprehensible words, such tremendous mysterious happenings …whoever had the experience of anything like this? Men and women stood around Him dumb and distraught.
When I saw Swami for the first time I was told that His body had only just got back to normal. His voice was still feeble and faint then, his walk, slow and hesitant and his mop of hair almost too heavy for His neck. I could imagine the mother’s anguish as she helplessly watched the tender body of her son being ‘overhauled’ by the very Source of its sustenance. And this wasn’t all. There were many such moments of tension in store for her still. They were obviously lessons designed to promote her from the consciousness of being ‘Amma’ to an awareness of being ‘Easwaramma’. From the delusions that she was the ‘mother of Sathya’ to the truth that she was the ‘woman blessed to be the mother of Easwara’ (Easwara is the concept of the Absolute as conditioned by name and form). She was therefore soon to be a mother showering affection on all living beings. “I do not belong to you.” Sathya told her. “To whom then do I belong?” was her response. “To you belong the world and its peoples,” was the answer, the lesson he was giving her.
It was on Vijayadashami, the tenth day of Dasara, that Shirdi Sai Baba had given up his mortal body. Now at Puttaparthi even as puja, bhajans, processions and the mass feeding of the poor were being organised by devotees, Swami who had announced that he was that Shirdi spirit come again to expand and continue the same task, would ‘fall’ at Puttaparthi to ‘rise’ at Shirdi and bless the devotees, during the festivities there. When Swami came back, He told the gathering at the Mandir that He had been to Shirdi and had decided to grant Darshan there on every Vijayadashami day. Year after year, Easwaramma witnessed this scene that strengthened her faith in the Divine origin of her son.
But, these incidents were not limited to Vijayadashami day. Easwaramma was soon to make the discovery that Swami belonged to the world, that even as His body was there before her very eyes, He himself flees to answer someone who calls on God. There were out of the body journeys at all hours of the day and night. He would often tell them the details of His errands of mercy when He returned from these distant sojourns—dacoity in a Telangana valley, floods in Rajahmundry, a car accident on the roads of Karnataka, a fire in Madras – He was here, there, everywhere, in homes, hospitals or jungles with His miraculous help.
Easwaramma listened with rapt wonder. It was only natural that her mind ran to the stories from the epics in which the villages are steeped. Didn’t Krishna rush to the city of Hastinapur to save the honour of the Queen of the Pandavas when their enemies, the Kauravas, tried to disrobe her in open court? Wasn’t He there again with them in the jungles where they lived in exile when the Kauravas arranged a provocative situation to expose the Pandavas to the curses of the bad tempered Sage Durvasa? As soon as Swami came back to consciousness there would be excited questions from Easwaramma. “Did Draupadi call you to Hastinapur or to the jungle? Did you hear the elephant trumpet in despair when the crocodile gripped its leg?” (This last refers to a story from the Puranas when the Lord Narayana hurries to save the king of the elephants.) And Swami would say, “Yes, There are Draupadis now too and wicked Kauravas also, determined to insult them. There are still Durvasas with fiery tempers ever ready to bully the helpless and parade their power to curse. There are human crocodiles hiding in calm waters waiting to pounce on their victims. I have come to show them all that I am here to protect whoever calls on God.”
Swami’s words to Easwaramma were the same that once were spoken by the Lord to Joshua: “Have not I commanded thee? Be strong and of good courage; be not afraid, neither be thou dismayed for the Lord thy God is with thee whither so ever thou goest.”
“Neither be thou dismayed?” But who would not be alarmed at Swami’s ever increasing display of His powers? He had begun surgical operations now! He did a tonsils operation on a child who was the nephew of no less a dignitary than the Inspector General of Prisons of the Madras Presidency. He coolly invited Dr. Padmanabhan of Bangalore to send his 17 years old brother to Puttaparthi saying, “Why take the trouble to put him in the Victoria Hospital? I shall do the hernia operation and he will be up and about, perfectly fine ten minutes later.” There was an operation on Thirumala Rao, another VIP from Bangalore. The surgery was done with knives, scissors, needles and swabs, all created in seconds with just a few circular movements of His right or left hand. The Vibhuti He produced was anaesthetic, antiseptic and tonic, all in one. The patients recovered in record time. And the wonder grew in Easwaramma’s voice and eyes. There was greater and greater fervour each time she spoke the word ‘Swami’ now.
It was not wonder alone but a measure of resignation too that had come. The old puzzlement and fear were dying fast in her. She grew to accept the fact that the circumstances of her life, the who and the what, the where and the why, were unalterable and most often incomprehensible Acts of God. The stories from the epics, the great ‘oral culture’ of India that pervades the subconscious of its people, had long ago taught them that the truths of life are mysteries that lie beyond the mind’s mere understanding. But, there still did linger a thin haze of dust that hid the total Swami from her view. She could not quite rid herself of the belief that the ‘evil eye’ could affect this wondrous boy of hers. He would protest, but she insisted on carrying out the ritual of averting it – the coconut waved around the body to draw the subtle waves or particles of evil towards it which was then broken in a symbolic act of destruction.
II Samasta Lokah Sukhino Bhavantu II
Source :
http://theprasanthireporter.org/2012/04/anthaa-swami-daya/
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