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viernes, 30 de mayo de 2014

El amor de la Divina Madre Sai.


OM SAI RAM





"Volviendo de Bangalore, en el mes de Diciembre, instruí al Director para NO traer a los muchachos al encuentro deportivo. Le atribuyeron varias razones a estas palabras Mías ...
Los estudiantes tienen tiernos corazones, llenos de nobles sentimientos y de amor por Swami. Habían planeado varios programas con miras a complacerme. Yo estaba muy consciente del peligro en ciernes. Mas los estudiantes no fueron receptivos de Mis palabras. Sentí que no tenía sentido el advertirles ante tal situación. Sólo cuando enfrenten las consecuencias por desobedecer Mis órdenes se darán cuenta del valor de Mis palabras. Hasta ahora nadie tiene idea sobre qué fue lo que sucedió la mañana del 11. Dijeron que el encuentro deportivo había sido un gran éxito. Yo también soy feliz cuando ustedes son exitosos. Los estudiantes actuaron extremadamente bien. Cada uno contribuyó al éxito del evento en base a sus capacidades y aptitudes.

Esa mañana, cuando entré al Estadio, observé dos camiones. De inmediato pude visualizar el peligro que acechaba. Vi los camiones con enormes andamios sobre ellos. Los muchachos planeaban llevar a cabo algunas acrobacias en ellos. Yo sabía que una de las barras no estaba correctamente ajustada y que estaba por ceder. Si ello sucediera, el muchacho sufriría de una seria herida en su cráneo y de una fractura vertebral. Determiné que el muchacho se salvara y decidí tomar sobre Mí sus lesiones. … Un día antes, había indicado a cuatro muchachos que rodearan el camión y se mantuvieran alerta. También estaban llenos de amor y devoción por Swami. Mas noté que ninguno de ellos se encontraba presente en ese lugar.

Nadie ha de ser culpado. Nadie hace esto deliberadamente. Swami es el aliento vital mismo de los estudiantes.


Pedí que Mi coche se detuviera. Un devoto mayor lo conducía con absoluta sinceridad, amor y devoción. Detuvo el vehículo según Mi orden. Justo cuando Yo estaba por hablarle al Vicecanciller, el conductor puso accidentalmente su pie sobre el embrague en vez del freno. Eso dio por resultado una sacudida y Yo me caí. Como resultado, sufrí de heridas en la cabeza, en la mano y Mi columna vertebral se lesionó gravemente. Lo que los muchachos habían de enfrentar, lo asumí sobre Mí Mismo. Había muchos hombres y mujeres sentados en las graderías, pero cuidé que nadie notara Mis lesiones. Pretendí que nada había sucedido.
El Vicecanciller estaba preocupado pensando que Swami iba a ser incapaz de levantarse. Sabía que cualquier demora iba a causar ansiedad en la mente de los devotos. De modo que Me puse de inmediato de pie olvidando el dolor y comencé a bendecirles agitando Mis manos. El dolor era intenso y el corte en Mi mano tan profundo como si hubiera sido hecho con un cuchillo. Mas la manga de la túnica que la cubría estaba intacta. Este incidente les da un atisbo del infinito poder de la Divinidad.


Me encontré en una situación incómoda. Debía caminar subiendo hacia el ‘dais’ sin que se notaran Mis lesiones. De modo que determiné que nadie había de darse cuenta de Mis lesiones, para que no se inquietaran. Subí hasta el ‘dais’ y me senté. Mas, entretanto, el dhoti bajo la bata estaba empapado en sangre. Preocupado de que no fueran a notarlo los devotos, caminé discretamente hasta el baño. Las toallas disponibles eran insuficientes para restañar la sangradura. No quería dejar las ensangrentadas toallas en el baño, no fuera a ser que alguien las viera. Aunque el dolor era insoportable, lavé las toallas con jabón, las estrujé y las colgué para que se secaran. Bajo ninguna circunstancia revelo Mi dolor, sufrimiento o fatiga. Algunos muchachos se sentían curiosos por saber por qué Yo iba tan seguido al baño. Les dije: “¿Por qué se preocupan? ¡Es asunto Mío!” Normalmente voy al baño dos veces al día, mañana y noche. Dado que sangraba profusamente tuve que ir 5 o 6 veces durante esos momentos.

Entretanto llegaron dos estudiantes y rogaron por que se izara la bandera. Cuando descendí de Mi sitial, la sensación era como si Me aplicaran descargas eléctricas. Pensando en este incidente me dan ganas de reírme para Mi Mismo. No podía pararme con firmeza en el suelo. Pensé que no debía dejarme engañar por el apego al cuerpo y avancé sonriente para izar la bandera. Luego encendí la lámpara. Me encontré en una situación embarazosa, no podía estar sentado con comodidad en ninguna posición. Cuando exhorto a los devotos a desechar el apego al cuerpo, Yo Mismo debiera sentar un ejemplo al respecto. Diciéndome estas cosas a Mí Mismo pude comportarme de modo concordante.


Los escolares de Primaria se desempeñaron extraordinariamente bien y deseaban sacarse una foto Conmigo. Accediendo a sus ruegos caminé hacia ellos y se tomó la fotografía, ya que no quería desilusionarles. Luego tuve que caminar hasta el campo de juegos cinco veces más para tomarme fotos con el resto de los estudiantes. De esta manera Me desapegué del cuerpo. Mi cuerpo estaba insensible. No tenía sensación alguna. Mi cabeza daba vueltas. Decidí hacerles felices sin que importara lo que le sucediera al cuerpo. Decidí guardarme esto para Mí Mismo. Preocupado por que no fueran visibles las manchas de sangre mientras volvía al ‘dais’ desde la cancha deportiva, ascendí por los peldaños que llevaban directamente a Mi asiento.

¿Le es posible a un ser humano esconder una lesión así de grave de la mirada del público, por largo tiempo, estando en medio de un tan gran conglomerado? No. Estuve sentado en un sillón por cinco largas horas. Estoy relatando todo esto como para que tanto estudiantes como devotos puedan comprender la naturaleza de la divinidad. Cualquiera en Mi predicamento no podría haber estado en condición de sentarse en una silla ni por un segundo. Le habría sido imposible siquiera dar un paso. Fue como si una descarga eléctrica me traspasara el cuerpo. Es la corriente eléctrica la que produce la descarga, mas siendo Yo Mismo la corriente, ¿en dónde queda el que pueda ser sometido a la descarga?


Con ese sentir estuve sentado durante todas las presentaciones y retorné al Mandir. Los miembros del Fideicomiso Central Me siguieron, pero no se dieron cuenta de lo que Me estaba pasando. El devoto mayor se disculpó por lo sucedido. Le dije entonces:
“¿por qué te preocupas por lo pasado? El pasado pasó. Estoy feliz. No te preocupes por Mí.”

Todos almorzaron. Después del almuerzo comencé a sangrar de nuevo. Todos los estudiantes esperaban afuera para las fotografías. Nuevamente entré al baño para restañar la sangre.

Dándose cuenta de ello, Indulal Shah gritó: “Swami ¿qué es ésto?” Le dije cariñosamente:
”Indulal Shah, lo que sea que había de sucederle al cuerpo, ha sucedido”, y diciendo esto le mostré Mis lesiones.

Todos comenzaron a gritar de angustia. Vieron la sangre por todos lados.

Les dije que no les revelaría nada en el futuro si expresaban de esta manera su pesar. Nadie supo nada al respecto hasta que no llegué al Mandir.

De manera similar, tomo sobre Mí Mismo los incontables sufrimientos de estudiantes y devotos, en diferentes puntos del tiempo, con el objeto de protegerles. Nadie es responsable por este percance. Pueden encontrar faltas en uno u otro individuo, mas nadie es responsable por esto. Sucedió lo que había de suceder. Eso es todo.


Estoy narrando este episodio sólo para afirmar el hecho que llego a cualquier extremo para proteger a Mis devotos, a los que obedecen Mis mandamientos. Cuando retorné al Mandir llamé a esos cuatro muchachos. Vieron Mis lesiones y se mostraron compungidos. Les regañé por no obedecer Mi orden.

Les pregunté, “¿Por qué no estaban allí a la hora que Yo les había dicho? Si tan sólo hubieran obedecido Mi mandato, este incidente nunca habría ocurrido.”

Les dije también que no se sintieran apenados por ello."


(Divino Discurso, Prasanthi Nilayam, Enero 14, 1999)






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