LA INVOCACIÓN
AUM
Que mi habla se base en mi mente
y que mi mente se apoye en mi habla.
¡Oh, alma auto-iluminada! Manifiéstate para mí.
¡Oh, habla y mente!
Ambas sois las bases de mi conocimiento, por tanto, no lo destruyáis.
Practicando este conocimiento invierto mis días y mis noches.
Hablaré sólo de rit, lo natural.
Hablaré sólo de la Verdad.
¡Protégeme, pues!
Protege al que habla.
Protégeme,
protege al que habla,
protege al que habla.
AUM,
paz, paz, paz.
Ahora describiré el Nirvana Upanishad.
Yo soy el Paramahansa, el cisne supremo.
El sanyasin alberga las cualidades del estado último.
El sanyasin es como un centinela impidiendo entrar al deseo y a la sexualidad.
El sabio dice: “El principio del Paramahansa es intocable, inmodificable e indiferente, como el cielo;
su consciencia es como la corriente de un río de néctar.
Su naturaleza es inextinguible e imperecedera.
Está más allá de toda duda y no alberga incertidumbre alguna.
El Nirvana, la Liberación última, es su único objetivo.
Se encuentra libre de cualquier tensión
y en su estado, sólo el conocimiento permanece.
Elevarse es su único camino.
La asana del sanyasin —su esterilla de meditación—
no se apoya en nada.
La comunión con la Realidad Suprema es su iniciación.
La separación de lo ilusorio es su enseñanza.
La iniciación es su contento —es pavan, es sagrada.
En su propio interior ve los doce soles.
La atención es la protección del sanyasin .
La compasión es su único juego.
La dicha es su mala —su collar.
La solitud de su postura interna es su cueva.
La alegría imperturbable es su único diálogo.
Sus limosnas son espontáneas.
Se comporta como el cisne.
El alma que reside en cada ser vivo es el verdadero cisne —ésa es su única enseñanza.
La paciencia es el la bolsa de viaje del sanyasin .
La indiferencia es su taparrabos.
El pensamiento consciente es su empleado.
El Brahma darshan —la contemplación de Dios— es su única graduación en Yoga.
La riqueza es su calzado y su sirviente.
El anhelo por trascender el más allá es su única motivación.
La kundalini es su única fuente de energía.
Libre de toda condena hacia los demás, es un jivanmukta,
el liberado en vida.
Incluso durmiendo, el sanyasin se halla absorto en lo Divino.
Mora en Brahma, la Realidad Suprema;
Así es su ser: absolutamente dichoso.
Se halla libre de las tres gunas, de las tres cualidades básicas.
Dicho estado es alcanzado a través de vivek –la atención; no es el objetivo de la mente o del habla.
Este mundo es transitorio.
El que nace en él, vive como en un sueño —falso como un elefante visto en las nubes.
De la misma manera,
tus deseos e imaginaciones son el resultado
del impacto del cuerpo y de sus sentidos;
son ilusorios, como la cuerda que parece una serpiente.
Así pues, el objetivo es realizar a Brahma,
la Realidad Suprema,
poseedor de mil nombres distintos, tales como Vishnu o Brahma.
La disciplina es el único camino.
Shunya —el vacío— no es solamente un símbolo; es la existencia de Dios.
El templo del sanyasin es el verdadero y experimentado Yoga.
Sin conocer el Yo, no hay inmortalidad.
El Brahma original es auto-iluminador.
El mantra no pronunciado es el gayatri del sanyasin ;
La liberación de las impurezas mentales es su objetivo.
La cesación de la mente es su bolsa de viaje.
Mediante el yoga, el sanyasin experiencia constantemente el gozo del Yo.
La única limosna por la que suspira es esa dicha.
Incluso viviendo en un cementerio, vive como en un jardín de placer.
La soledad es su única morada.
Sin descanso se esfuerza por alcanzar la luz.
Siempre se dirige hacia la no-mente.
Su cuerpo es limpio y puro.
La no-dependencia es su refugio.
Sus actividades son como un juego, un flujo juguetón.
Dios es el cielo interior del sanyasin ; éste es su principio supremo.
Su sabiduría reside en la elección del lugar y la persona correctos
en los que utilizar los divinos poderes de sama y dama —la mente extinta y el cuerpo disciplinado.
La unidad con el más allá es su mensaje de salvación.
La no-dualidad eternamente dichosa es su Dios.
El dominio de los sentidos interiores es la luz que le guía.
El abandono de todo miedo, apego, pesar e ira,
es la renuncia del sanyasin .
Tan sólo disfruta del sabor de su unidad con la Realidad Suprema.
ausencia de toda disciplina es todo su poder.
Atraviesa y se eleva por sobre toda ilusión mundana.
El mundo ilusorio es mantenido por Shiva y Shakti,
las energías universales masculina y femenina,
que también se hallan incluidas en la realidad Suprema auto-iluminadora.
Los sentidos cubren la consciencia como las capas de hojas flotan sobre una corriente.
Adopta la actitud del cielo para reducir a cenizas las capas de emoción y no-emoción.
Turiya —el cuarto— es el yagnopavit del sanyasin —su rosario sagrado.
La absorción en sí mismo es su sikha, su moño de pelo.
La renuncia al mundo volviéndose absolutamente consciente es su cetro.
Ver constantemente la Realidad Suprema es su kamandal, su calabaza para el agua.
Su esterilla para el sueño es arrancar todos los karmas —las acciones pasadas.
Aquél que ha quemado su ego —su mundo de apego e ilusión—
como en una pira funeraria, ése es el anahat-angi —el intacto, el íntegro.
El sanyasin se esfuerza por explorar su existencia más allá de las tres gunas —las tres cualidades básicas vitales— y de esta forma aniquila toda ilusión.
Quema su deseo sexual; quema todo deseo.
La resolución en cualquier dificultad es su koupin, su vestido.
Vive en el peligro y la inseguridad.
Su mantra es anahat — el sonido no producido.
El no-hacer es su estado de ser.
Conociendo su propia naturaleza mediante su conducta emergida del Yo,
encarna el moksha —la Liberación última.
Aquí finaliza la necesidad de recordar..
Flotar en Dios es su comportamiento.
El brahmacharya, el comportamiento bondadoso y la paz son el único tesoro del sanyasin .
Sanyas es la renuncia a todo lo que ha nacido de aquello que uno ha aprendido
en el brahmacharya —la primera etapa de la vida—
y en el vanaprashahrama —la tercer etapa de la vida.
Al final, todos los cuerpos se disuelven y uno mora para siempre en la Realidad sin forma.
éste es el darshan, la visión del nirvana.
Este misterio es tal que no debería ser entregado a nadie excepto a un discípulo o a un hijo.
Aquí termina el Nirvana Upanishad.
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