Por Sobre El Karma Esta La Gracia...Descarga....
KARMA VERSUS GRACIA
Desde que occidente importó la palabra Karma, se suscitó una duda con respecto a la relación que hay entre el pago indefectible de la deuda generada por las acciones de la persona y la posibilidad de cancelarla mediante la búsqueda de la Gracia de Dios, cualquiera sea la forma o nombre de este dios.
En este capítulo lo invitamos a que juntos tratemos de encontrar una respuesta. Como siempre, la impronta de metanoia es ser un punto de referencia, con el único propósito de operar como un cartel indicador en el camino que conduce al reencuentro con nosotros mismos. En todo momento, las conclusiones finales les pertenecen a ustedes.
a.- A la palabra “Karma” se le dan varios significados.
- Acción.
- Deuda.
- Destino.
b.- La palabra “Gracia” también tiene diferentes significados.
En cuanto a su análisis, nos concentraremos en aquel significado que indica la intervención de una fuerza superior que por algún motivo decide alterar, aparentemente la ley de causa y efecto. La mayoría de las personas identifican a esta gracia exclusivamente con Dios quién, sostienen, la hace descender discriminadamente.
Todos acordamos que el concepto “Gracia” es muy complejo de explicar teóricamente porque básicamente, el efecto de “La Gracia” es estrictamente experiencial. Es por esto que antes de comenzar el análisis, nombraremos sinónimos que nos acercarán a un acuerdo semántico.
Es una fuerza que modifica lo hasta aquí establecido.
Una vibración amorosa.
Energía sanadora.
Substancia indivisible.
Y todos aquellos sinónimos que identifican a esa entidad, (gracia), que es capaz de cambiar, detener, modificar o revertir el efecto de la acción, es decir cancelarla inmediatamente o en un futuro, con lo cual el efecto, automáticamente se convierte en deuda.
Analicemos brevemente la palabra “acción”:
Sintetizando las diferentes acepciones y significados dados por las diferentes academias, acción es “movimiento”. También podemos decir que es “práctica” o “Praxis” como opuesto a teoría. Por lo tanto, Karma es movimiento, es decir acción como también, la puesta en práctica de una teoría[1].
Ahora bien, si observamos atentamente a nuestro alrededor y a nosotros mismos, veremos que todo, pero todo, incluido el viento, están en movimiento, incluso aquello que nos parece inmóvil, como una montaña, también está en movimiento. Gracias a la experiencia de estos últimos siglos y aprovechando la caída de los cepos ideológicos en la ciencia moderna, podemos extender esta afirmación hasta los rincones más microscópicos o a los espacios más macroscópicos a los cuales ha llegado la ciencia, (cada uno elija el lado que más le guste).
Puestos de acuerdo en este punto y llevado este concepto a planos más concretos y cercanos a nosotros, podemos decir que también nuestro proceso vital de pervivencia se desarrolla mediante el movimiento.
Sin necesidad de recurrir a la lógica, deducimos empíricamente que nuestra íntegra estructura vital está en permanente movimiento. Sí, estimado lector, también el acto de pensar e incluso aquel pensamiento que no se convierte en una acción concreta es movimiento, porque la sola emisión de un pensamiento implica una acción aunque este, al menos aparentemente, nunca se transforme en acto.
Pasemos ahora a la siguiente fase de la acción. Es indudable, porque lo podemos comprobar a diario, que toda acción, cualquiera sea ella, produce una consecuencia[2].
Esta ecuación de acción y consecuencia es tan infalible que se ha convertido en la famosa “LEY DE CAUSA Y EFECTO”.
Veámoslo más de cerca.
No hay dudas y además es posible verificarlo experiencialmente que cualquier acción, (todas), que realicemos, tiene in-de-fec-ti-ble-men-te consecuencias, (efectos).
La palabra “cualquier” incluye desde la acción más sutil e imperceptible como puede ser un pensamiento, hasta la más grosera y visible como la de una puñalada.
Para continuar con el hilo de nuestro análisis, la acción es la causa, es por eso que, en este caso, Karma sólo significa acción y no se ocupa del efecto porque el efecto es inherente a la causa o acción. Observemos que cuando se realiza una acción, en la misma acción, ya está implícita la consecuencia, es decir el efecto. Es imposible separar el efecto de la causa y viceversa[3].
DEUDA:
Como en una telenovela por capítulos, retomamos el pensamiento anterior y repetimos que efectivamente es imposible separar el efecto de la causa y viceversa. Aquí el concepto es un poco más complicado por lo que, para verlo con más claridad debemos separarlo en partes e integrarlo luego nuevamente.
Utilizando el lenguaje de la física, a una acción le sigue siempre una reacción. Unificando la terminología, a una causa le sigue Inmediatamente un efecto[4], siempre. En este caso no hay manera de acumular deuda. Si me aferro a un cable de alta tensión y mis pies están descalzos y sumergidos en agua, quedará de mí, sólo una mota de polvo negruzco que al poco tiempo se disipará por la brisa matinal. Aquí, el efecto le sigue instantáneamente a la causa[5]
En el campo de las relaciones interpersonales es un poco diferente y cómo no podía ser de otra manera, más complicado. Tenemos acciones, (causas), como en el ejemplo anterior, que tienen efectos inmediatos, pero también tenemos acciones que quedan diferidas por diferentes razones.
Ejemplo: Realizo una acción o emito un pensamiento[6] hacia una persona, pero dadas las circunstancias, esa persona no puede responder a mi acción en lo que resta de nuestras vidas. Es evidente que la acción, (la causa), se realizó, pero la reacción, (el efecto de la situación creada), ), no se produjo[7].
Al cumplirse a medias la ley[8], el efecto pasa a la sección de deudas y para certificarlo más seriamente, a partir de ahora lo llamaremos, solemnemente, “deuda kármica”.
DESTINO:
Trataremos de sintetizar las distintas corrientes de pensamiento que le dan diferentes significados al término.
Por un lado están aquellas que le dan un carácter inevitable e imposible de eludir. En la otra banda, están los que sostienen que lo que llamamos destino es la cosecha de lo que sembramos previamente.
A pesar de lo que digan los sabios y/o los especialistas, el concepto “Destino” cómo tal, sigue siendo un misterio que se resuelve sólo en la experiencia.
Debido que ambas posturas están relacionadas con el movimiento de causa y efecto, es por este motivo que la palabra Karma es también sinónimo de destino.
Concluyendo esta primera parte, la acción, la deuda y el destino, son tres aspectos de una misma matriz conceptual que no se contradicen entre sí.
Veamos:
Por comprobación empírica y científica, todo se manifiesta a través del movimiento. Este movimiento implica inevitablemente “acción” y a esta acción también la traducimos como “Vida”. Como seres manifestados, (encarnados), no podemos eludir el movimiento, (respirar es una acción[9]).
No está demás repetir que en toda acción está implícita la reacción es decir el efecto, el resultado de dicha acción. Aquí viene muy bien el dicho popular… “El que las hace, las paga”.
Sin embargo, en la práctica podemos ver que no siempre, o casi nunca, “paga el que las hace” de manera que esa acción no recibe su efecto, pero como la ley debe cumplirse indefectiblemente, el efecto se pospone y queda latente como deuda hasta su cumplimiento.
Hasta aquí creemos que estamos todos de acuerdo, pero… desde aquí la cosa se vuelve a complicar.
Hemos visto que la ley de causa y efecto se compone de una acción y del resultado de dicha acción y cuando el resultado de dicha acción no se verifica inmediatamente, este queda pendiente hasta que se cumpla la ley, es decir que el efecto es, en sí mismo, la cancelación de dicha deuda. A esta cancelación, algunas corrientes la llaman “expiación”.
Aquí nuevamente se presentan dos posiciones encontradas, por un lado Oriente que sostiene que si esa deuda no es pagada en el transcurso de esta vida, continuará como tal hasta que el deudor torne a encarnar nuevamente y la pague. Por el otro, la posición de Occidente, podemos sintetizarla en el hecho de que aún no sabe ni tampoco contesta, pero se enreda en una serie de cuentitos de limbos y purgatorios, en los cuales no se sabe quién es quién y donde es donde.
Aquí tendríamos que analizar la palabra “gracia”, pero creemos que lo dicho en el punto “b”, lo explica perfectamente.
Si la ley de causa y efecto es infalible, automática e inmodificable y es también, nada menos que nuestro fatal destino ¿cómo la podemos modificar o anular drásticamente su acción?
¿Acaso, se equivocaron todos los grandes sabios y maestros de la humanidad al insistir que por sobre el karma regía la gracia?
Analicemos de cerca el proceso desde el momento en que nos encontramos enfrentando cualquier desafío. Sabemos que todo desafío que se nos presenta en esta vida es producto de nuestros pensamientos que luego se traducen en acciones[10]. Utilizaremos como ejemplo el desafío con el que más comúnmente nos enfrentamos y que más nos conmueve que es el estado de malestar que luego llamamos: “enfermedad”.
Tomamos el ejemplo desde la enfermadora principal de nuestro organismo, que es sin duda, nuestra propia mente que ha generado algún tipo de pensamiento basado en una firme creencia que disparó mi estado actual.
Tenemos la causa, es decir la firme creencia, (pensamiento), alimentada con pequeñas o grandes convicciones colaterales que nunca emergen al consciente, pero que me llevan a aceptar que mi organismo puede enfermarse e inmediatamente tenemos la consecuencia, (el efecto), en mi cuerpo, es decir, la enfermedad.
Usted dirá que esa enfermedad es producto de una deuda del pasado. Que, tanto puede ser del pasado inmediato como de otra vida y como deuda la tendré que pagar indefectiblemente.
Aceptando su aseveración como un hecho, me resigno a la ley del Karma, (causa y efecto), y continúo con el mismo pensamiento que me llevó a enfermarme y es casi seguro que terminaré desencarnando.
Sin embargo…no me resigno y no le hago caso y decido tomar las riendas de mi salud y reinventar toda la estructura que componen mis conceptos e invierto el pensamiento de enfermedad en uno de salud y me aferro con uñas y dientes al concepto de imagen y semejanza. Como resultado de esa acción, amanezco sano[11].
Observemos con atención. Demos por hecho de que la deuda kármica existía porque hubo una acción previa en el pasado que la generó, pero resulta que en este momento, (hoy), realicé una nueva acción, cambiando, (revirtiendo[12]), drásticamente el pensamiento.
Siguiendo con el postulado de la ley, Indefectiblemente esta nueva acción, (causa), anula la anterior. Renovada la causa, también se renueva la consecuencia, (el efecto), que en este caso será la sanación.
Acerquemos aún más la imagen y pongamos el proceso bajo la lupa y en cámara lenta. Partimos de una acción previa, (causa), en este caso un pensamiento de enfermedad que rompió el equilibrio orgánico. La consecuencia de este desequilibrio es el efecto que puedo constatar en mí mismo. Seguidamente se genera un nuevo pensamiento opuesto al anterior. Este nuevo pensamiento constituye en sí mismo una nueva causa que tendrá, indefectiblemente un nuevo efecto.
Sanar es el efecto de esta nueva acción. Sanar, en este caso significa cancelar la deuda pendiente, porque, “está en la naturaleza del error, disolverse cuando es percibido”[13].
He aquí el mecanismo íntimo de la Gracia actuando sobre el Karma.
La Gracia no anula el karma porque es el propio karma que se anula o renueva con una nueva acción.
En el caso de la enfermedad[14] significa cambiar la causa, posicionándome firmemente en el concepto de sanidad. Cambiando el pensamiento en esa dirección, se pone en acción automáticamente todo lo que significa ese concepto. Aceptar íntegramente este concepto es literalmente dar un paso hacia Dios y ese paso, ese único paso nos lleva de la enfermedad a la sanación, de la irrealidad a la realidad y de la obscuridad a la luz.
Moisés pudo hacer pasar al pueblo a pié seco por el Mar Rojo porque antes levantó la vara. Sin ese gesto, aún estarían esperando la llegada de los egipcios y ya sabemos cuáles hubieran sido las consecuencias para el pueblo judío.
Estimado lector. La única manera de constatar y verificar lo dicho es estar atento a la dinámica de nuestros pensamientos y a los efectos que estos producen en nuestro organismo y en el medio ambiente, todo lo demás es cuento chino y vaya si los chinos lo saben contar.
Siembra un acto y cosecharás un hábito.
Siembra un hábito y cosecharás un carácter.
Siembra un carácter y cosecharás un destino.
Charles Reade (1814-1884) Escritor inglés.
[1] Es evidente que hay más ejemplos referidos al movimiento, pero por razones de síntesis, transferimos al lector la búsqueda de otras analogías.
[2] La ciencia dirá que a toda acción le sigue una reacción del mismo sentido y fuerza que la acción ejercida, pero si la fuerza de la reacción es menor que la de la acción, el muro se cae. De paso sirva de advertencia para que sepamos de qué lado del muro nos tenemos que posicionar.
[3] Inténtelo, estimado lector y si lo logra ganará la misma suma que el premio que otorgaba la Reina Victoria al varón que quedara embarazado.
[4] Acción y reacción = Causa y efecto.
[5] Es por esto que aconsejamos enfáticamente mantener siempre los pies secos y, lo más importante aún, mantener las manos alejadas de los cables de alta tensión…
[6] Recuerde el lector que el pensamiento también es una acción.
[7] Aquí no incluimos el hecho de que el efecto puede realizarse en otras circunstancias y mediante otras personas.
[8] Siempre tenemos que tener en cuenta que estamos hablando de un ámbito ilusorio y trinitario.
[9] Agradecemos mentalmente que aún el aire es gratis.
[10] Si usted querido lector, aún cree que el malo de la película es un tercero y está acostumbrado a tirar la pelota siempre afuera, lo invitamos a cambiar de canal, porque por aquí no va la cosa.
[11] Está claro que estamos haciendo una síntesis brutal del proceso.
[12] En la raíz de la palabra “arrepentimiento” está el concepto de inversión. Si antes marchaba raudo en una dirección, ahora invertí drásticamente la marcha en dirección contraria. El arrepentimiento es la acción contraria a la que motivó el hecho que me mueve al arrepentimiento.
[13] Nisarghadatta Majaraj.
[14] Este proceso se da en todos los aspectos de nuestra vida. Utilizamos la enfermedad sólo como ejemplo.
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