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martes, 1 de septiembre de 2015

¡Peregrinos, no demoren!.


OM SAI RAM


¡Peregrinos, no demoren!
 
     Cuando Arjuna se acercó a Krishna lastimosamente para que le diera valor y consuelo, el Señor le aconsejó:
 
«Llena tu mente de mí. Deja que todos los impulsos sean para mí; deja que todos los actos sean dedicados a mí» (Man mana bhava)
 
La mente, por sí sola, no tiene ninguna fuerza propia; debe apoyarse en todo momento en alguna persona o cosa. Es como la vaca extraviada que traspasa y va a comer a los campos de cultivo. Si la alimentan bien en su propio campo, el hábito de pasar a los otros campos desaparecerá. Su perro andará por el mercado para conseguir mendrugos en la basura si no lo alimentan bien en la casa. Si le dan comida suficiente se quedará acostado debajo del porche y cuidará su casa. La mente también puede ser alejada de los deseos viciosos si la alimentan de buenos pensamientos, buenas resoluciones, ternura y amor. Sólo entonces servirá a sus mejores intereses.
 
     Ramakrishna Paramahamsa le dijo a un adicto que no debía consumir más que determinada cantidad de opio; le dio una tiza para que pesara cada día la cantidad de opio que podía tomar, diciéndole que debía ser igual, ni más ni menos. Pero impuso una condición, de cuya utilidad para ayudarlo a vencer el mal hábito el adicto no se percató entonces. Era que cada vez que fuera a consumir opio escribiera en una pizarra el Pranava (Om). El hombre obedeció; la tiza iba reduciéndose con cada Om hasta que quedó reducida a nada, lo mismo que el hábito del opio. El Om también ayudó a transferir su apego de la tranquilidad inducida por el opio a la eterna bienaventuranza de la intoxicación por Dios.
 
     El hombre está en un largo peregrinaje hacia Dios. Se mueve de una vida a otra hacia la meta del esplendor. En el camino debe alojarse en muchos albergues o casas de reposo, pero no importa lo atractivos que éstos sean, él no puede echar raíces ya que tiene que acordarse del propósito del viaje.
 
Una vez, Samarta Ramadas caminaba por las afueras de la ciudad con sus discípulos, que iban detrás de él, y viendo un rico campo de jugosas cañas de azúcar, entraron ahí y empezaron a cortar las cañas y a masticarlas con gran deleite. El propietario del campo, naturalmente encolerizado por su comportamiento y por la pérdida que estaba sufriendo, se abalanzó sobre ellos con un palo. El maestro estaba muy apenado de que sus discípulos hubieran roto la disciplina en forma tan reprobable, llevados por el deseo de saborear el dulce jugo. Al día siguiente llegaron al palacio del emperador Shivaji, donde les esperaba una gran bienvenida al gurú y a sus discípulos. Shivaji se ofreció a atender al gurú durante su baño ceremonial. Cuando Ramadas se desvistió, Shivaji se asombró de encontrar grandes marcas rojas que indicaban que había sido golpeado. Era tal la compasión del gran santo, que había recibido en su espalda todos los golpes dirigidos a sus discípulos. Shivaji mandó llamar al dueño de los campos de caña de azúcar y cuando éste estuvo frente al emperador y su gurú, temblando de miedo, Shivaji le pidió a Ramadas que le aplicara cualquier castigo que quisiera. Pero Ramadas aceptó el hecho de que sus discípulos habían cometido un error y bendijo al labriego otorgándole la gracia de que sus tierras quedaran exentas de impuestos para siempre.
 
     El árbol de sándalo da su fragancia aun al hacha que lo corta. Ésa es la naturaleza de los buenos y de los grandes. Sigan su ejemplo; no se limiten a golpear la mesa en sus charlas afirmando la gloria de los hijos e hijas de la India. Si tan sólo hipócritamente, golpean la mesa, ésta se reirá de ustedes y los golpeará, ¡la acción y la reacción serán iguales y opuestas!
 
     Las hormigas construyen su ciudad grano a grano, seleccionando la tierra más fina para este fin, lo cual da por resultado un fuerte inexpugnable donde pueden vivir con seguridad. Ustedes también deben reunir, grano a grano, acto a acto, lo necesario para construirse un futuro seguro, una mansión de rectitud. Deben tomar la medicina que hará innecesarias todas las medicinas, deben hacer el karma que hará superfluos todos los demás karmas.
 
 Pero la medicina que se toma ahora intensifica el hábito de la droga; un karma lleva a otros miles con el fin de disimular las consecuencias. Esta encarnación ha venido para señalar el camino para salir de este círculo vicioso. Entréguenme sus cientos de miles de mezquinas acciones y preocupaciones que valen, cada una, un céntimo. Si son genuinas y sinceras, las tomaré todas y les daré un billete de mil rupias (la gracia), que es más ligero y más fácil de guardar. Claro está que si hay un solo dolor, aflicción, preocupación o temor fingido, no les daré el billete.
 
     Las Upanishads no fueron compuestas o recopiladas por personas que anhelaban fama o fortuna, ni son las elucubraciones de vagos y escritorzuelos. Tienen la verdadera señal de la experiencia. Surgieron de la compasión que sintieron por los que andan vagando por la selva, de la concentración sobre los medios de liberación de la doble cadena de lágrimas y triunfos.
 
Aquellos de quienes la gente depende tradicionalmente para que los guíe se han vuelto duros, han olvidado su tarea, o están enredados en la oscuridad y la dialéctica. Por esto hay una gran necesidad de difundir el mensaje del amor, que es el mensaje de Dios. La sencillez es la señal de la divinidad; la pompa, la parafernalia, las fórmulas engorrosas, los juegos intelectuales y de palabras, oscuros y misteriosos, están lejos del espíritu de la verdadera religión. Éstos son trucos mediante los cuales el hombre quiere monopolizar o mutilar a Dios.
 
     Una calabaza, cuando está verde, se hundirá en el agua; pero una seca flotará. La mente es como la calabaza. Séquenla con el sol del conocimiento, dejen que el peso del apego, lo verde de la envidia, desaparezcan, y podrán flotar felizmente sobre las olas de las preocupaciones. Viajar por la vida sin conocer el control de los sentidos es como aventurarse a viajar en un carro sin frenos. El desastre es seguro. El control aumenta la eficacia; la eliminación de todas las ataduras, los frenos y límites, le resta a la vida su sabor y sentido de aventura. ¿Cómo pueden jugar al fútbol sin reglas, “manos”, “fuera de lugar”, “faltas” y restricciones similares a la libertad de atacar y golpear?
 
     Los cinco elementos –éter, aire, fuego, agua y tierra– son la vestidura de Dios así como la del hombre. Úsenlos moderadamente y con sabiduría, con temor y humildad. Sus características, por las cuales se les busca, son: el sonido del cielo, que representa el éter, la textura del viento, la forma del fuego, el sabor del agua y el olor de la tierra. Aun éstos deben ser moderados si han de conferir bienestar.
 
 La preocupación mata más rápida y certeramente que la enfermedad. El hombre usa mal su inteligencia y su memoria, afligiéndose por el pasado y planificando para el futuro; así es como pierde su herencia de paz y alegría.


 
Bhagavan Sri Sathya Sai Baba
24 - 11 - 67


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