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viernes, 9 de enero de 2015

Swami dice_Meditación.



Meditación.



Para llegar a la esencia misma de Dios, primero debemos alcanzar la esencia de nosotros mismos, pues nadie puede conocer a Dios a menos que se conozca a sí mismo.


Después de sentarse en una postura firme y cómoda, y luego de calmar la respiración, se procede a la práctica de retirar los sentidos de percepción de los objetos correspondientes y de purificar todos los órganos del cuerpo. La luz es el elemento más apropiado, pues purifica y desvanece la oscuridad. La luz o llama ha de recorrer todo el cuerpo para purificar nuestros miembros y sentidos; enseguida se coloca en el loto del corazón. Aquí se instala, además, en medio de la llama, la forma del ideal divino con el propósito de practicar la concentración. Esta nos conducirá a la meditación y finalmente al samadhi (el estado de fusión con Dios, el Supremo Ser).


Antes de empezar a meditar, para serenar los pensamientos dispersos, repitan en voz baja o mentalmente algunas oraciones que alaben la gloria de Dios. Después hagan japa (repetición del Nombre Divino de su preferencia; una o dos vueltas del japamala[1]; mientras lo hacen, lleven a su mente la forma del nombre que están repitiendo. Si sus mentes se alejan de la recitación del nombre, visualicen la forma, y cuando se aleje de ésta, fíjenla en el nombre. Concéntrense en la dulzura de una o del otro. De esta manera, la mente se domina con facilidad. La Forma Divina visualizada, que en un principio sentimos fría e insensible, llega a transmutarse en una imagen clara a nuestro corazón, la cual nos hace vibrar emocionalmente, grabándose en nuestra memoria; gradualmente logra llenarse del Señor y éste llega a asumir la forma elegida con el fin de satisfacer nuestro anhelo. Este tipo de práctica es la mejor para los principiantes. Se le denomina japa sahiti dhyana. Después de unos días de práctica constante sentirán el gozo de la concentración. Al principio practiquen lo anterior por espacio de 10 o 15 minutos, luego prolónguenlo a su gusto. Enseguida pueden reflexionar sobre la paz y felicidad que experimentaron durante la meditación, es decir, traigan a la memoria la dicha que sintieron. Esto fortalece su fe e incrementa su práctica. Al terminar no se levanten de forma brusca; relajen sus extremidades lenta y gradualmente, y luego inicien su rutina diaria.


No se desanimen si desde el principio no son capaces de concentrarse por mucho tiempo. Cuando se aprende a conducir una bicicleta no se tiene la habilidad de conservar el equilibrio de inmediato. Se busca un lugar abierto y, después de algunos intentos y algunas caídas, tambaleándose hacia uno y otro lado, se adquiere destreza; una vez aprendido esto nunca más se vuelven a preocupar por guardar el equilibrio; pueden ir en bicicleta por caminos estrechos o calles muy concurridas. Así también, la práctica de la meditación los dotará de la habilidad de concentrarse. Ella los sostendrá en su vida diaria y en los momentos más difíciles.


Existen tantas formas de meditar como maestros e instructores. A continuación les voy a enseñar el método más universal y efectivo que existe. Este es el primer paso de la disciplina espiritual. Dispongan unos cuantos minutos cada día para este ejercicio y vayan prolongándolo conforme experimenten la dicha que les proporciona su práctica. Háganlo antes del amanecer, cuando el cuerpo está fresco después del descanso del sueño y las agitaciones del día aún no los han poseído. Tengan una vela o una lámpara con una llama firme y recta. Siéntense en postura de loto o en alguna otra que sea cómoda para ustedes enfrente de la vela. Concentren la mirada en la llama sin parpadear durante determinado tiempo, cierren los ojos y traten de sentir la llama en el entrecejo, háganla descender hasta el loto del corazón iluminando todo a su paso. Cuando entre en el corazón imaginen que los pétalos de loto se abren y que la luz baña cada pensamiento, sentimiento y emoción, alejando la oscuridad.


Ante la luz no hay lugar donde la oscuridad pueda reinar. La luz de la llama se vuelve cada vez más brillante. Dejen que penetre en las extremidades; ahora esas extremidades, ya no pueden ocuparse en actividades oscuras y perversas, se han convertido en instrumentos de luz y amor. Permitan que la luz llegue a la lengua y desvanezca la falsedad que reina en ella. La llama llega a los ojos y oídos, y ahí destruye los bajos deseos que los infestan con escenas malsanas y conversaciones pueriles. Ahora permitan que la cabeza se llene de esa luz y ahuyente de ella los malos pensamientos.


Sientan que la luz dentro de ustedes, conforme realizan su ejercicio, va aumentando en intensidad, y se extiende a su alrededor en círculos cada vez más amplios, abarcando a sus seres queridos, parientes, amigos, hombres y mujeres, conocidos y extraños, y envuelve hasta sus rivales y enemigos, dondequiera que se encuentren; todos los seres vivientes, el mundo entero.


Debido a que cada día la luz ilumina todos sus sentidos, tan profunda y sistemáticamente, pronto vendrá el día en que ya no podrán complacerse con espectáculos pecaminosos, o anhelar escuchar historias oscuras y falsas, o ansiar alimentos y bebidas intoxicantes, o acudir a lugares dañinos, o idear planes malévolos en perjuicio de los demás. Quédense ahí con esa sensación, y sean testigos de la luz omnipresente. Si acostumbran adorar a Dios en alguna de sus formas, traten de visualizarlo en esa luz todopermeante. La luz es Dios y Dios es la luz.


Practiquen esta meditación tal y como se las he recomendado con regularidad y a diario. En diferentes horas del día repitan el nombre de Dios teniendo siempre conciencia de su poder, misericordia y magnificencia.



Extraído del libro: Mensajes de Sathya Sai - Vol. X

(Divinos Discursos pronunciados en 1979)



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